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El Evangelismo
Para conservar la experiencia cristiana
—Por la noche y por
la mañana uníos con vuestros hijos en el culto a Dios, leyendo su
Palabra y cantando sus alabanzas. Enseñadles a repetir la ley de
Dios. Respecto de los mandamientos, los israelitas recibieron esta
instrucción: “Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando
en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te
levantes”. De acuerdo con estas palabras, Moisés instruyó a los is-
raelitas a ponerles música a las palabras de la ley. Mientras los niños
mayores tocaban instrumentos musicales, los menores marchaban y
cantaban en concierto el cántico de los mandamientos de Dios. En
los años subsiguientes retenían en su mente las palabras de la ley
que aprendieran durante la niñez.
Si era esencial para Moisés encarnar los mandamientos en el
cántico sagrado, de manera que cuando marcharan por el desierto
los niños pudieran aprender la ley versículo por versículo, cuán
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esencial es en este tiempo enseñar a nuestros hijos la Palabra de
Dios. Acudamos en ayuda del Señor, instruyendo a nuestros hijos a
guardar los mandamientos al pie de la letra. Hagamos todo lo que
esté de nuestra parte para hacer música en nuestro hogar, a fin de
que el Señor pueda hacerse presente.—
The Review and Herald, 8
de septiembre de 1904
.
Todo el cielo se hace eco de las notas de gozo
—Debemos tener
presente el gran gozo manifestado por el Pastor al recobrar la oveja
perdida. Llama a sus vecinos y dice: “Dadme el parabién, porque he
hallado la oveja que se había perdido”. Y por todo el cielo repercute
la nota de gozo. El Padre mismo se regocija con canto por el alma
rescatada. ¡Qué santo éxtasis de gozo se expresa en esta parábola! Y
es nuestro privilegio participar de este gozo.—
Testimonios Selectos
4:308, 309 (1900)
.
La música y la evangelización
Para impresionar la verdad espiritual
—El canto es uno de
los medios más eficaces de impresionar el corazón con la verdad
espiritual. A menudo, por las palabras del cántico sagrado, fueron
abiertas las fuentes del arrepentimiento y de la fe.—
The Review and
Herald, 6 de junio de 1912
.