Página 450 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
Ministerio espiritual del médico
—La obra del verdadero médi-
co misionero es mayormente una obra de carácter espiritual. Incluye
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la oración y la imposición de manos; por lo tanto debiera separárselo
para esta obra con la misma piedad con que se separa al minis-
tro del Evangelio. Los que son elegidos para desempeñarse como
médicos misioneros deben ser separados como tales. Esto los forta-
lecerá contra la tentación a apartarse de la obra en el sanatorio para
dedicarse a la práctica privada. No debiera permitirse que ningún
motivo egoísta aparte al obrero de su puesto del deber. Vivimos en
un tiempo de responsabilidad solemne, un tiempo cuando hay que
realizar una obra consagrada. Busquemos al Señor con diligencia y
entendimiento.—
Manuscrito 5, 1908
.
Consejos para lograr el equilibrio
Nuestro triple ministerio
—Dios obra por medio de instrumen-
tos, o segundas causas. El emplea el ministerio evangélico, la obra
médica misionera y las publicaciones que contienen la verdad pre-
sente para impresionar los corazones. Todos estos elementos adquie-
ren eficacia por medio de la fe. Cuando la verdad es escuchada o
leída, el Espíritu Santo la graba profundamente en los que escuchan y
leen con un ferviente deseo de conocer lo que es recto. El ministerio
evangélico, la obra médica misionera y nuestras publicaciones son
los instrumentos de Dios. Ninguno ha de reemplazar al otro.—
Carta
54, 1903
.
Añádase la palabra “médica”
—La obra del ministerio evan-
gélico no debe disminuir en eficacia, sino que debe aumentar hasta
convertirse en un instrumento para iluminar al mundo. Hay que
hacer todo lo posible para enviar más obreros al campo de labor.
No hay que ejercer ninguna influencia para impedir que los jóvenes
se califiquen para la obra misionera ministerial. A esto debemos
añadir la palabra “médica”, porque es indispensable que el ministro
evangélico posea un conocimiento de la enfermedad y sus causas.
Debiera saber cómo ayudar a los enfermos. Debiera ser capaz de
enseñar a la gente cómo debe tratar la casa [el cuerpo] en la que
vivimos. Esto constituye una parte del Evangelio.—
Carta 123, 1900
.