Página 460 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
Hay que proclamar el Evangelio en nuestras ciudades. Hombres
educados e influyentes deben escuchar el mensaje. No sólo hombres
capaces blancos, sino también negros, deben aceptar la fe. Estos
deben trabajar por su propio pueblo, y deben ser sostenidos mientras
llevan a cabo la obra que el Señor desea que se haga.
Hay que introducir en la obra de Dios mucho más oración, mucho
más semejanza con Cristo y mucho más conformidad a la voluntad
de Dios. La ostentación y el despliegue extravagante de recursos no
podrán llevar a cabo la obra que debe hacerse. Muchos necesitan de-
sesperadamente el hálito de vida del cielo. Reconocerán el Evanglio
cuando les sea presentado en la forma como Dios se propone que
éste se proclame.
Cristo apareció en medio del ocupado mundo, lleno del ruido
del comercio y las discusiones de los negocios, donde los hombres
trataban egoístamente de obtener todo lo que podían para sí mismos;
y por encima de la confusión se oyó su voz que resonaba como la
trompeta de Dios: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare
todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el
hombre por su alma?”
Marcos 8:36, 37
.
Cristo induce a los hombres a mirar hacia el mundo más noble
que ellos han perdido de vista, y declara que la única ciudad que
perdurará es la ciudad cuyo constructor y hacedor es Dios. El mues-
tra el umbral del cielo inundado con la gloria viviente de Dios, y les
asegura que los tesoros celestiales son para los vencedores. Les pide
que se esfuercen con ambición santificada para asegurarse la heren-
cia inmortal. Los insta a colocar su tesoro junto al trono de Dios.
Luego, en vez de recargarse más allá de la capacidad de soportar
para obtener riquezas terrenales, trabajarán por Cristo con todas las
facultades del cuerpo y de la mente. Utilizando sus recursos para
ganar almas para él, llevarán a cabo una obra de más importancia
que cualquier otra obra del mundo.
Entre los hombres ricos del mundo hay quienes prestarán aten-
ción a este mensaje de amonestación: “A los ricos de este siglo
manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas
las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las
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cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que
sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para