La obra en favor de ciertas clases especiales
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cristiano. Jesús atrae a los niños, y nos manda que los dejemos venir;
como si nos dijera: Vendrán, si no se lo impedís.
Guardaos de dar torcida idea de Jesús con vuestro carácter falto
de cristianismo. No tengáis a los pequeñuelos alejados de él con
vuestra frialdad y aspereza. No seáis causa de que los niños se
figuren que el cielo no sería lugar placentero si estuvieseis vosotros
en él. No habléis de la religión como de algo que los niños no
pueden entender, ni obréis como si no fuera de esperar que aceptaran
a Cristo en su niñez. No les deis la falsa impresión de que la religión
de Cristo es triste y lóbrega, y de que al acudir al Salvador hayan de
renunciar a cuanto llena la vida de gozo.
Mientras el Espíritu Santo influye en los corazones de los niños,
colaborad en su obra. Enseñadles que el Salvador los llama, y que
nada le alegra tanto como verlos entregarse a él en la flor y la lozanía
de la edad.
El Salvador mira con infinita ternura las almas que compró con
su sangre. Pertenecen a su amor. Las mira con indecible cariño.
Su corazón anhela alcanzar, no sólo a los mejor educados y más
atractivos, sino también a los que por herencia y descuido presentan
rasgos de carácter poco lisonjeros.—
El Ministerio de Curación, 27,
28 (1905)
.
Las primeras impresiones influyen en la vida ulterior
—Las
lecciones enseñadas a los niños y a los jóvenes hacen una impresión
en la mente que influye en su carácter en una medida mucho mayor
de lo que las personas adultas se imaginan. En mi niñez, un pastor
que vino a la casa de mi padre en Poland, estado de Maine, leyó el
capítulo de los Hechos referente al libramiento de Pedro, cuando un
ángel de Dios arrebató la presa del enemigo que había determinado
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destruirlo. El capítulo fue leído lenta y solemnemente, e hizo una
impresión en mi mente juvenil, que grabó vívidamente el relato hasta
el día de hoy.
Ahora bien, por la luz que me ha sido dada por Dios, sé que,
como iglesia, no hemos aprovechado nuestras oportunidades de
educar y preparar a los jóvenes. Debemos enseñarles cómo leer y
comprender las Escrituras. Dondequiera haya una asamblea bíblica
para pastores y para hermanos, debiéramos, en relación con ella,
organizar una clase para los jóvenes. Deben registrarse sus nombres.
Todos deben sentir la importancia del plan de educar a la juventud