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El Evangelismo
lado sobre el monte, con majestad solemne proclamaron los Diez
Mandamientos.—
Historical Sketches of the Foreign Missions of the
Seventh Day Adventist, 231 (1866)
.
Los dignatarios eternos de la Trinidad
—Los eternos dignata-
rios celestiales—Dios, Cristo y el Espíritu Santo—armándolos [a
los discípulos] con algo más que una mera energía mortal... avan-
zaron con ellos para llevar a cabo la obra y convencer de pecado al
mundo.—
Manuscrito 145, 1901
.
La personalidad del Espíritu Santo
—Necesitamos compren-
der que el Espíritu Santo, que es una persona así como Dios es
persona, anda en estos terrenos.—
Manuscrito 66, 1899
. [Extracto de
un discurso dado a los alumnos del Colegio de Avondale, Australia.]
El Espíritu Santo es una persona, porque testifica en nuestros
espíritus que somos hijos de Dios. Cuando se da este testimonio
lleva consigo su propia evidencia. En esas ocasiones creemos y
estamos seguros de que somos los hijos de Dios...
El Espíritu Santo tiene una personalidad, de lo contrario no
podría dar testimonio a nuestros espíritus y con nuestros espíritus
de que somos hijos de Dios. Debe ser una persona divina, además,
porque en caso contrario no podría escudriñar los secretos que están
ocultos en la mente de Dios. “Porque ¿quién de los hombres sabe
las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así
tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”.
[448]
1 Corintios 2:11
.—
Manuscrito 20, 1906
.
El poder de Dios en la tercera persona
—El príncipe del poder
del mal puede ser mantenido en jaque únicamente por el poder de
Dios en la tercera persona de la Divinidad, el Espíritu Santo.—
Special Testimonies, Serie A, 10:37 (1897)
.
En colaboración con los tres poderes más elevados
—
Debemos cooperar con los tres poderes más elevados del cielo: El
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y estos poderes trabajarán mediante
nosotros convirtiéndonos en obreros juntamente con Dios.—
Special
Testimonies, Serie B, 7:51 (1905)
.
Sociedades secretas
Los peligros de los sociedades secretas
—La orden dada por
el Señor: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (
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