Página 508 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
¿Estáis sirviendo, honrando y magnificando a Dios, o bien lo
estáis deshonrando y estáis pecando contra él? ¿Estáis reuniendo con
Cristo o esparciendo sin él? Todo el pensamiento, la planificación y
el interés dedicados a estas organizaciones han sido comprados por
la sangre preciosa de Cristo; ¿pero le estáis sirviendo a él cuando os
unís con los ateos y los infieles, hombres que profanan el nombre de
Dios, bebedores, borrachines y devotos del tabaco?
Mientras pueda haber en esas sociedades mucho que parece ser
bueno, hay mezclado con esto muchísimo que anula el efecto de
lo bueno, y convierte a esas asociaciones en perjudiciales para los
intereses del alma...
Pregunto a los que os complacéis en esas asociaciones, con
quienes os gusta reuniros para complaceros en manifestaciones
de ingenio, de alegría y comilonas, ¿lleváis a Jesús con vosotros?
¿Procuráis salvar las almas de vuestros compañeros? ¿Es ése el
objeto de vuestra asociación con ellos? ¿Ven y sienten ellos que hay
en vosotros una encarnación viviente del espíritu de Cristo? ¿Resulta
claro que sois testigos de Cristo, que pertenecéis a un pueblo peculiar,
celoso de buenas obras? ¿Resulta evidente que vuestras vidas están
gobernadas por estos preceptos divinos: “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”, y
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”?...
Los que no pueden discernir entre el que sirve a Dios y el que
no le sirve, pueden quedar encantados por estas sociedades que no
tienen conexión con Dios, pero ningún cristiano fervoroso puede
prosperar en tal atmósfera. El aire vital del cielo no está ahí. Su alma
es estéril, y, él se siente tan desposeído del refrigerio del Espíritu
Santo como las colinas de Gilboa estaban desposeídas de rocío y
lluvia.
Algunas veces el seguidor de Cristo puede en ciertas circuns-
tancias verse obligado a presenciar escenas de placer impío, pero
lo hace con un corazón pesaroso. El lenguaje no es el lenguaje de
Canaán, y el Hijo de Dios nunca elegirá tales asociaciones. Cuando
se ve obligado a estar en compañía que él no ha elegido, debe apo-
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yarse en Dios y el Señor lo preservará. Pero en ningún caso debe
sacrificar sus principios, no importa cuál sea la tentación.
Cristo nunca llevará a sus seguidores a tomar sobre sí votos que
los unirán con hombres que no tienen relación con Dios, que no