Página 517 - El Evangelismo (1994)

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Calificaciones esenciales del obrero
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Alabad al Señor. Dad gloria a Dios. Entonad melodías a Dios en
vuestros corazones. Hablad de la verdad. Hablad de la esperanza del
cristiano, del cielo del cristiano.—
Manuscrito 8a, 1888
.
Sentimientos que se hieren con facilidad
—No debemos per-
mitir que nuestros sentimientos sean tan quisquillosos. Hemos de
vivir no para amparar nuestros sentimientos o nuestra reputación,
sino para salvar almas. Conforme vayamos interesándonos en la
salvación de las almas, dejaremos de hacerles caso a las pequeñas
diferencias que suelen surgir en nuestra asociación con los demás.
Piensen lo que pensaren éstos sobre nosotros, hagan lo que nos hi-
cieren, nada debe turbar nuestra unión con Cristo, nuestra comunión
con el Espíritu Santo.—
El Ministerio de Curación, 485 (1905)
.
[458]
Un espíritu gozoso
—Cuando tenemos una seguridad definida y
clara de nuestra salvación debemos manifestar alegría y gozo, lo cual
conviene a cada seguidor de Jesucristo. La influencia suavizadora
y subyugadora del amor de Dios llevado a la vida práctica hará
impresiones en las mentes que resultarán un sabor de vida para vida.
Pero un espíritu duro y acusador, si se manifiesta, apartará a muchas
almas de la verdad y las llevará a las filas del enemigo. ¡Pensamiento
solemne! Para tratar con paciencia con los tentados se requiere que
luchemos contra el yo.—
Carta 1a, 1894
.
Mansos y humildes de corazón
—El valor de nuestra obra no
consiste en hacer un gran ruido en el mundo, en ser celosos, ansiosos
y activos en nuestra propia fuerza. El valor de nuestra obra está en
proporción al impartimiento del Espíritu Santo. El valor de nuestra
obra surge de nuestra confianza en Dios, la cual produce cualidades
más santas de la mente, para que mediante la paciencia podamos
controlar nuestras almas. Debiéramos orar a Dios continuamente
para aumentar nuestra fortaleza, para hacernos fuertes con su poder,
para encender en nuestros corazones la llama del amor divino. Los
que son mansos y humildes de corazón son los que promueven mejor
la causa de Dios.—
Manuscrito 38, 1895
.
La obra es de Dios, no nuestra
—Ahora bien, aquí tenemos
precisamente el problema que necesitamos comprender, es a saber,
que la obra no es nuestra, sino de Dios, y que nosotros somos tan
sólo instrumentos en sus manos para realizarla. Necesitamos buscar
al Señor con todo nuestro corazón, y el Señor obrará por nosotros.—
The Review and Herald, 10 de mayo de 1887
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