Página 521 - El Evangelismo (1994)

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Calificaciones esenciales del obrero
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tan sólo tienen éxito en hacer que los defectos sean mucho peores.
Harían mejor en dejar que Dios hiciera su propia obra; porque él
no los considera capaces de remodelar el carácter (
Boletín de la
Asociación General,
25 de febrero, 1895).
Labrados y pulidos en el servicio
—Los que tienen defectos
de carácter, conducta, hábitos y prácticas deben prestar atención
al consejo y al reproche. Este mundo es el taller de Dios, y cada
piedra que pueda utilizarse en el templo celestial debe ser labrada
y pulida hasta que se convierta en una piedra probada y preciosa,
apta para ocupar su lugar en el edificio del Señor. Pero si rehusamos
ser enseñados y disciplinados seremos como piedras que no serán
labradas ni pulidas y que finalmente serán arrojadas a un lado como
inútiles.—
The Youth’s Instructor, 31 de agosto de 1893
.
Las gracias de la cultura y la bondad
Nuestro gran ejemplo
—Cristo practicó en su vida sus propias
enseñanzas divinas. Su celo nunca lo llevó a ser apasionado. Ma-
nifestó consecuencia sin obstinación, benevolencia sin debilidad,
ternura y simpatía sin sentimentalismo. Era muy sociable y sin
embargo poseía una reserva y dignidad que no estimulaban familia-
ridades indebidas. Su temperancia nunca lo llevó al fanatismo ni a la
austeridad rigurosa. No se conformó a este mundo, y sin embargo no
fue indiferente a las necesidades del más pequeño entre los hombres.
Estaba despierto a las necesidades de todos.—
Manuscrito 132, 1902
.
El modelo perfecto
—Desde los primeros años hasta la adultez,
Cristo vivió una vida que fue un modelo perfecto de humildad,
laboriosidad y obediencia. Siempre era considerado con los demás,
siempre era abnegado. Vino trayendo la rúbrica del cielo, no para
ser servido sino para servir...
La vida abnegada de Cristo es un ejemplo para todos. Su carácter
es un modelo del carácter que podemos formar si seguimos en sus
pisadas.—
Manuscrito 108, 1903
.
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Dignidad, cortesía y refinamiento
—Aseguraos de mantener la
dignidad de la obra mediante una vida bien ordenada y una conver-
sación piadosa. Nunca temáis levantar el estandarte demasiado alto.
Las familias que se dedican a la obra misionera debieran acercarse
a los corazones. El Espíritu de Jesús debiera empapar el alma del