Página 524 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
Evangelio: debe tener sus pies calzados con “el apresto del Evangelio
de la paz”.
Efesios 6:15
. Su forma de dirigirse a la gente no siempre
agrada a Dios. Necesita sentir cada día su poder convertidor sobre
su alma. Ud. está lleno de fortaleza física y de energía, y necesita
mucha de la gracia de Cristo, para que se diga de Ud. como se dijo de
él: “Tu benignidad me ha engrandecido”.
2 Samuel 22:36
. Cuando
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el Espíritu Santo se posesione de su mente y controle sus fuertes
sentimientos, entonces será Ud. más semejante a Cristo.—
Carta 164,
1902
.
La obra de Dios es sagrada
—Manejar las cosas sagradas como
lo haríamos con las cosas comunes constituye una ofensa para Dios,
porque lo que Dios ha apartado para su servicio en la obra de dar
luz a este mundo, es santo. Los que tienen cualquier relación con la
obra de Dios no deben andar con la vanidad de su propia sabiduría,
sino según la sabiduría de Dios, porque en caso contrario correrán el
peligro de colocar las cosas sagradas y profanas en un mismo vaso,
y en esa forma se separarán de Dios.—
The Review and Herald, 8 de
septiembre de 1896
.
Un sentido de responsabilidad sagrada
—Los jóvenes se están
levantando para entrar en la obra de Dios; algunos de ellos com-
prenden apenas el carácter sagrado y la responsabilidad de la obra...
Hablan de insensateces y bromean con niñas, mientras casi diaria-
mente oyen las verdades más solemnes y conmovedoras.—
Joyas de
los Testimonios 1:400 (1875)
.
No actores sino maestros de la Palabra
—Veo que en el minis-
terio debe realizarse una gran reforma antes que éste se convierta
en lo que Dios desea. Cuando los ministros están en el púlpito no
tienen licencia para comportarse como actores teatrales, asumiendo
actitudes y expresiones calculadas para causar efecto. No ocupen
el púlpito sagrado como actores sino como maestros de verdades
solemnes. Hay también ministros fanáticos, quienes, al intentar pre-
dicar a Cristo, causan conmoción, gritan, dan saltos y golpean el
púlpito como si estos ejercicios físicos fueran de algún provecho.
Esas extravagancias no prestan fuerza a las verdades pronunciadas,
sino por el contrario desagradan a hombres y mujeres de juicio claro
y de conceptos elevados. Es el deber de los hombres que se dedican
al ministerio dejar la conducta áspera y ruidosa por lo menos fuera
del púlpito.