Página 525 - El Evangelismo (1994)

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Calificaciones esenciales del obrero
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Los gestos torpes y toscos no deben tolerarse en las profesiones
comunes de la vida; cuánto menos, entonces, debieran soportarse en
la obra más sagrada del ministerio evangélico. El ministro debiera
cultivar la gracia, la cortesía, y las maneras refinadas. Debiera andar
con una tranquila dignidad que esté de acuerdo con su elevada
vocación. La solemnidad, cierta autoridad piadosa, mezclada con
humildad, es lo que debiera caracterizar el comportamiento del que
es un maestro de la verdad de Dios.
Los ministros no debieran hacer una práctica de la costumbre de
relatar anécdotas desde el púlpito, porque esto disminuye la fuerza
y la solemnidad de la verdad presentada. El relato de anécdotas o
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incidentes que hacen reír o que hacen surgir pensamientos livianos
en las mentes de los oyentes es algo digno de censura. Las ver-
dades debieran estar envueltas en un lenguaje casto y digno, y las
ilustraciones debieran ser del mismo carácter.
Si el ministerio evangélico fuera lo que debiera ser y lo que
podría ser, los maestros de la verdad de Cristo estarían trabajando
en armonía con los ángeles; serían colaboradores del Gran Maestro.
Hay muy poca oración entre los ministros de Cristo, y hay demasia-
da exaltación de sí mismos. Hay muy poco llanto entre el pórtico y
el altar, y se exclama muy poco: “Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y
no entregues al oprobio tu heredad”.
Joel 2:17
. Se predican dema-
siados sermones doctrinales largos, pero sin una chispa de fervor
espiritual y sin el amor de Dios. Hay un exceso de gesticulación y
narración de anécdotas humorísticas en el púlpito, y en cambio se
habla demasiado poco acerca del amor y la compasión de Jesucristo.
No es suficiente predicar a los hombres; debemos orar con ellos
y por ellos; no debemos mantenernos fríamente separados de ellos,
sino que debemos aproximarnos con simpatía a las almas que desea-
mos salvar, debemos visitarlas y departir con ellas. El ministro que
realiza en forma adecuada la obra fuera del púlpito llevará a cabo
diez veces más que aquél que confina su trabajo al púlpito.—
The
Review and Herald, 8 de agosto de 1878
.
Evítese el uso de chanzas y de bromas
—Este espíritu de re-
ferir chanzas y hacer bromas, de liviandad y frivolidad, constituye
una piedra de tropiezo para los pecadores y una piedra de tropiezo
peor aún para los que ceden a las inclinaciones de un corazón no
santificado. El hecho de que algunos han permitido que este rasgo