Página 526 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
se desarrollase y fortaleciese hasta que el cáncer ha resultado tan na-
tural como su respiración, no disminuye sus malos efectos. Cuando
alguien pueda señalar una palabra frívola pronunciada por nuestro
Señor o cualquier liviandad manifestada en su carácter, entonces
podría pensar que la liviandad y el uso de chanzas son excusables en
él mismo. Este espíritu no es cristiano, porque ser cristiano significa
ser como Cristo. Jesús es un modelo perfecto y debemos imitar su
ejemplo. Un cristiano constituye la clase más elevada de hombre, un
representante de Cristo.
Algunas personas que tienen la tendencia a decir chanzas y a
realizar observaciones livianas y frívolas, pueden presentarse en el
púlpito sagrado con una dignidad adecuada. Pueden pasar inme-
diatamente a la contemplación de temas serio
y presentar a sus
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oyentes las verdades más importantes y probatorias que jamás se
hayan encomendado a los mortales; pero tal vez sus compañeros en
la obra, en quienes han influido, y quienes se han unido con ellos en
el uso descuidado de chanzas, no pueden cambiar tan prontamen-
te la corriente de sus pensamientos. Se sienten condenados y sus
mentes están confusas, y no están preparados para dedicarse a la
contemplación de los temas celestiales y para predicar a Cristo, y a
Cristo crucificado.
La inclinación a decir agudezas que provocan risa en un mo-
mento cuando se consideran las necesidades de la causa, sea esto en
una comisión, en una junta o en cualquier otra reunión de negocios,
no proviene de Cristo. Este júbilo inoportuno tiene una tendencia
desmoralizadora. Dios no es honrado cuando un día ridiculizamos
todas las cosas y cuando al día siguiente nos sentimos desanimados
y casi sin esperanza por no tener luz de Cristo y estamos listos a
criticar y murmurar. El se complace cuando su pueblo manifiesta so-
lidez, fortaleza y firmeza de carácter, y cuando tiene una disposición
gozosa, feliz y confiada...
Si la mente se fija en las cosas celestiales la conversación correrá
por el mismo canal. El corazón desbordará en la contemplación
de la esperanza cristiana, la incomparablemente grande y preciosa
promesa registrada para animarnos; y nuestro regocijo en vista de la
misericordia y la bondad de Dios no necesita ser reprimido; es un
Véanse también las págs. 154-157, “Relatos, anécdotas, chanzas y bromas”.