Página 555 - El Evangelismo (1994)

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Calificaciones esenciales del obrero
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las mentes y formar el carácter de sus hijos, prepararlos para ser
útiles en esta vida, e idóneos para la venidera, inmortal.
El esposo puede recibir honores de los hombres en el campo
misionero, mientras que la que se afana en casa no recibe recono-
cimiento terreno alguno por su labor; pero si trabaia en pro de los
mejores intereses de su familia, tratando de formar su carácter según
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el Modelo divino, el ángel registrador la anotará como uno de los
mayores misioneros del mundo.
La esposa del predicador puede ser de gran ayuda a su esposo
en cuanto a aliviar su carga, si mantiene su propia alma en el amor
de Dios. Puede enseñar la Palabra a sus hijos. Puede manejar su
casa con economía y discreción. Unida a su esposo, puede educar
a sus hijos en hábitos de economía, y enseñarles a restringir sus
necesidades.—
Obreros Evangélicos, 214 (1915)
.
El espíritu quejoso es un lastre
—Estas hermanas están estre-
chamente vinculadas con la obra de Dios si es que él ha llamado
a sus esposos a predicar la verdad presente. Estos siervos, si ver-
daderamente son llamados por Dios, sentirán la importancia de la
verdad. Se colocarán entre los vivos y los muertos, y velarán por
las almas como quienes han de dar cuenta. Solemne es su vocación
y sus compañeras pueden ser para ellos una gran bendición o una
gran maldición. Pueden alentarlos cuando están abatidos, consolar-
los cuando están desanimados, y animarlos a mirar hacia arriba y
confiar plenamente en Dios cuando les falta la fe. O pueden seguir
una conducta opuesta; mirar el lado sombrío, pensar que pasan por
tiempos difíciles, y no ejercer fe en Dios, hablar de sus pruebas e
incredulidad con sus compañeros, albergar un espíritu quejoso y
murmurador, y ser un lastre y hasta una maldición para ellos...
Una esposa no santificada es la mayor maldición que pueda tener
un ministro. Aquellos siervos de Dios que por desgracia tengan en
sus casas esta influencia agostadora, deben duplicar sus oraciones
y su vigilancia y, asumiendo una posición firme y decidida, no per-
mitir que los opriman las tinieblas. Deben aferrarse más a Dios,
ser enérgicos y decididos, gobernar bien su propia casa, y vivir de
tal manera que puedan recibir la aprobación de Dios y la custodia
de los ángeles. Pero si ceden a los deseos de sus compañeras no
consagradas, el ceño de Dios pesará sobre su casa. El arca de Dios