Página 557 - El Evangelismo (1994)

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Calificaciones esenciales del obrero
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Hay que censurar la actitud aduladora de las mujeres
Seréis adulados algunas veces por los hombres, pero con más fre-
cuencia por las mujeres. Especialmente cuando presentáis la verdad
en nuevos campos encontraréis personas que se dedicarán a esta
adulación impía. Como siervos de Cristo, despreciad la adulación y
rechazadla como lo haríais con una serpiente venenosa. Censurad
a la mujer que alabe vuestra habilidad y que retenga vuestra mano
en la suya todo el tiempo que pueda. Tened muy poco que decir a
personas de esta clase, porque son los agentes de Satanás y llevan
a cabo sus planes colocando trampas fascinadoras para apartaros
del camino de la santidad. Toda dama cristiana sensata actuará con
modestia, comprenderá los planes de Satanás y se negará a colaborar
con él.
Evitad formar la reputación de ser un ministro favorito de las
mujeres. Rehuid la compañía de las personas que mediante sus artes
debilitarían en lo más mínimo vuestro propósito de obrar correcta-
mente, o que mancharían la pureza de vuestra conciencia. No les deis
vuestro tiempo ni vuestra confianza, porque os dejarán sintiéndoos
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desposeídos de vuestra fortaleza espiritual. No hagáis nada entre los
desconocidos, en los coches del tren, en el hogar ni en la calle, que
pueda tener la mínima apariencia de mal.—
The Review and Herald,
8 de julio de 1884
.
Evitad toda aproximación al mal
—Cuando el que pretende es-
tar enseñando la verdad se siente inclinado a pasar mucho tiempo en
compañía de mujeres jóvenes o de mujeres casadas, cuando coloca
familiarmente su mano sobre su persona, o cuando se lo encuentra
con frecuencia hablando con ellas familiarmente, entonces debéis
temerle; los principios puros de la verdad no están entretejidos en
su alma. Tales personas no son obreros con Jesús; no están en Cristo
y Cristo no mora en ellos. Necesitan una conversión cabal antes de
que Dios pueda aceptar sus labores. La verdad de origen celestial
nunca degrada al que la recibe, jamás lo conduce a la mínima actitud
de familiaridad indebida; todo lo contrario, santifica al creyente,
refina su gusto, lo eleva y lo ennoblece, y lo lleva a una relación más
estrecha con Jesús. Lo induce a obedecer la orden del apóstol Pablo
según la cual hay que abstenerse hasta de la apariencia del mal para
que no se hable mal de lo que él tiene de bueno...