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El Evangelismo
Los hombres que realizan la obra de Dios, que tienen a Cristo
morando en sus corazones, no rebajarán las normas de moralidad,
sino que siempre procurarán elevarlas. No se complacerán con los
halagos de las mujeres ni al ser mimados por ellas. Digan los hom-
bres jóvenes y los casados: ¡Abstengámonos! No voy a dar la menor
ocasión para que se hable mal de lo que hay de bueno en mí. Mi
buen nombre es para mí un capital de mucho más valor que el oro o
la plata. Quiero mantenerlo sin mancha. Si los hombres atacan ese
nombre no será porque les haya dado ocasión alguna para hacerlo,
sino por la misma razón por la que hablaron falsamente de Cristo:
porque odiaban la pureza y la santidad de su carácter, porque éste
era un reproche constante para ellos.
Quisiera impresionar a cada obrero de la causa de Dios con la
gran necesidad de orar continuamente y con fervor. No pueden estar
constantemente de rodillas, pero pueden elevar sus corazones a Dios.
Esta es la forma como Enoc anduvo con Dios.—
The Review and
Herald, 10 de noviembre de 1885
.
Defended el alma
—Habrá mujeres que se convertirán en tenta-
doras, que harán lo mejor posible para atraer y llamar la atención
de los hombres. Primero, procurarán ganar su simpatía, luego tra-
tarán de obtener sus afectos y finalmente procurarán inducirlos a
quebrantar la santa ley de Dios. Los que han deshonrado sus mentes
y sus afectos colocándolos en un lugar que Dios prohíbe, no tendrán
escrúpulos para deshonrar a Dios en diversas especies de idolatría.
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Dios los dejará librados a sus inclinaciones impías. Es necesario
guardar los pensamientos; proteger el alma con los preceptos de la
Palabra de Dios; y han de ser muy cuidadosos en cada pensamiento,
palabra y acción para no ser arrastrados al pecado.—
The Review
and Herald, 17 de mayo de 1887
.
Cuidando las salvaguardias
—Nuestro gran adversario tiene
agentes que buscan constantemente una oportunidad para destruir
las almas, tal como el león acecha su presa... Una salvaguardia
quitada de la conciencia, la complacencia de un hábito pecaminoso,
un solo descuido de las elevadas exigencias del deber, puede ser el
comienzo de un proceder engañoso que os puede llevar a las filas de
los seguidores de Satanás, mientras profesáis todo el tiempo amar a
Dios y su causa. Un momento de descuido, un solo paso mal dado,
puede volver toda la corriente de vuestras vidas en una dirección