Página 103 - Fe y Obras (1984)

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El hombre puede ser tan puro en su esfera como Dios lo es en la suya
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debe ser aplicada en el corazón y practicada en la vida, a fin de que
los seguidores de Cristo puedan ser uno con El, y que los hombres
puedan ser tan puros en su esfera como Dios lo es en la suya.
No solamente oidores, sino hacedores
En cada generación ha habido hombres que se han titulado hijos
de Dios, que diezmaban la menta y el eneldo y el comino, y sin
embargo llevaban una vida impía, porque pasaban por alto las cosas
más importantes de la ley: la misericordia, la justicia y el amor de
Dios.
Muchos se hallan hoy en un engaño similar; porque mientras
aparentan una gran santidad, no son hacedores de la Palabra de
Dios. ¿Qué puede hacerse para abrir los ojos de estas almas que se
engañan a sí mismas, excepto establecer delante de ellas un ejemplo
de piedad verdadera, y nosotros mismos ser no solamente oidores
sino hacedores de los mandamientos del Señor, reflejando así en su
camino la luz de un carácter puro?
No como los mundanos
Los hijos de Dios no serán como los mundanos; porque la ver-
dad recibida en el corazón será el medio de purificar el alma y de
transformar el carácter y de hacer que su receptor tenga el mismo
parecer que Dios. A menos que el hombre llegue a tener el mismo
parecer que Dios, se halla aún en su depravación natural.
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Si Cristo está en el corazón, se echará de ver en el hogar, en el ta-
ller, en el mercado, en la iglesia. El poder de la verdad se manifestará
elevando y ennobleciendo la mente, enterneciendo y subyugando el
corazón, poniendo al hombre entero en armonía con Dios. El que es
transformado por la verdad esparcirá una luz en el mundo. El que
tiene la esperanza de Cristo se purificará a sí mismo, así como El es
puro. La esperanza de la aparición de Cristo es una gran esperanza,
una esperanza de largo alcance. Es la esperanza de ver al Rey en su
hermosura y de ser hechos semejantes a El.
Cuando venga Cristo, la tierra temblará delante de El, y los
cielos se enrollarán como un pergamino, y todo monte y toda isla
se removerá de su lugar. “Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego