Página 105 - Fe y Obras (1984)

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El hombre puede ser tan puro en su esfera como Dios lo es en la suya
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el arrepentimiento ante Dios por haber quebrantado su santa ley, y
por medio de la fe en Cristo como su Sustituto, Garante y Justicia,
pudieran ser traídos de vuelta a la lealtad a Dios y a la obediencia a
su santa ley.
La justicia de Cristo hace posible la obediencia
Era imposible que el pecador guardara la ley de Dios, que era
santa, justa y buena; pero esta imposibilidad fue eliminada por la
imputación de la justicia de Cristo al alma arrepentida y creyente. La
vida y muerte de Cristo en beneficio del hombre pecador tuvieron el
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propósito de restaurarlo al favor de Dios, impartiéndole la justicia
que satisfaría los requerimientos de la ley y hallaría aceptación ante
el Padre.
Pero siempre es el propósito de Satanás invalidar la ley de Dios
y tergiversar el verdadero significado del plan de salvación. En
consecuencia, ha originado la falsedad de que el sacrificio de Cristo
en la cruz del Calvario tenía el propósito de liberar a los hombres de
la obligación de guardar los mandamientos de Dios. Ha introducido
en el mundo el engaño de que Dios ha abolido su constitución,
desechado su norma moral, y anulado su ley santa y perfecta. Si
El hubiera hecho esto, ¡qué terrible precio habría pagado el Cielo!
En vez de proclamar la abolición de la ley, la cruz del Calvario
proclama con sonido de trueno su inmutabilidad y carácter eterno.
Si la ley hubiera podido ser abolida, y mantenido el gobierno del
cielo y la tierra y los innumerables mundos de Dios, Cristo no
habría necesitado morir. La muerte de Cristo iba a resolver para
siempre el interrogante acerca de la validez de la ley de Jehová.
Habiendo sufrido la completa penalidad por un mundo culpable,
Jesús se constituyó en el Mediador entre Dios y el hombre, a fin de
restaurar para el alma penitente el favor de Dios al proporcionarle
la gracia de guardar la ley del Altísimo. Cristo no vino a abrogar
la ley o los profetas, sino a cumplirlos hasta en la última letra. La
expiación del Calvario vindicó la ley de Dios como santa, justa y
verdadera, no solamente ante el mundo caído sino también ante el
cielo y ante los mundos no caídos. Cristo vino a magnificar la ley y
engrandecerla.
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