Página 18 - Fe y Obras (1984)

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Fe y Obras
para confundir las mentes en este punto. La ley de Dios ha sido
ampliamente tratada y presentada a las congregaciones casi tan
desprovista del conocimiento de Cristo Jesús y su relación con la
ley como la ofrenda de Caín. Se me ha mostrado que muchos no
han llegado a la fe por causa de ideas mezcladas y confusas acerca
de la salvación, porque los ministros han trabajado de una manera
errónea para alcanzar los corazones. El punto que ha sido impreso
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por años en mi mente es la justicia imputada de Cristo. Me asombra
que éste no se haya convertido en el tema de disertación en nuestras
iglesias por todo el territorio, cuando de manera tan constante me ha
sido presentado con insistencia, y lo he hecho el tema de casi cada
discurso y plática que he dado a la gente.
Al examinar mis escritos de hace quince y veinte años [hallo
que] presentan el tema en la misma luz: que a quienes entran en
la solemne y sagrada tarea del ministerio se los debería preparar,
en primer lugar, con lecciones sobre las enseñanzas de Cristo y los
apóstoles acerca de los principios vivientes de la piedad práctica.
Deben ser instruidos en cuanto a qué constituye la fe ferviente y
viva.
Solamente por fe
Muchos hombres jóvenes que son enviados a la labor no en-
tienden el plan de salvación ni qué es la verdadera conversión; en
realidad, necesitan experimentar la conversión. Precisamos ser ilu-
minados en este punto, y los ministros necesitan ser educados para
explayarse más particularmente en los temas que explican la verda-
dera conversión. Todos los que son bautizados han de dar evidencia
de que se han convertido. No hay un punto que precisa ser conside-
rado con más fervor, repetido con más frecuencia o establecido con
más firmeza en la mente de todos, que la imposibilidad de que el
hombre caído haga mérito alguno por sus propias obras, por buenas
que éstas sean. La salvación es solamente por fe en Cristo Jesús.
Cuando este asunto es considerado, nos duele el corazón al ver
cuán triviales son las declaraciones de quienes deberían comprender
el misterio de la piedad. Hablan tan descuidadamente de las reales
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ideas de nuestros hermanos que profesan creer la verdad y enseñar
la verdad. Están tan lejos de los hechos reales, según han sido pre-