Página 22 - Fe y Obras (1984)

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Fe y Obras
Todo es de Dios
La creación pertenece a Dios. El Señor podría, abandonando al
hombre, detener su aliento al instante. Todo lo que el hombre es y
todo lo que tiene, pertenece a Dios. El mundo entero es de Dios. Las
casas que el hombre posee, sus conocimientos personales, todo lo
que es valioso o brillante, es dotación de Dios. Todo es obsequio
suyo, que ha de serle devuelto ayudando a cultivar el corazón hu-
mano. Las ofrendas más espléndidas pueden ser colocadas sobre el
altar de Dios, y los hombres alabarán, exaltarán y cantarán loas al
Dador por su liberalidad. ¿En qué? “Todo es tuyo, y de lo recibido
de tu mano te damos”.
1 Crónicas 29:14
. Ninguna obra del hombre
puede hacerlo acreedor del amor perdonador de Dios, pero cuando
el amor de Dios penetra en el alma lo llevará a hacer las cosas que
Dios siempre requirió y que él debería efectuar con placer. Habrá
hecho tan sólo lo que siempre fue su deber.
Los ángeles de Dios en el cielo, que nunca han caído, cumplen
la voluntad del Señor continuamente. Respecto de todo lo que hacen
en sus afanosas diligencias de misericordia por nuestro mundo,
protegiendo, guiando y cuidando por siglos a la obra de la creación
de Dios -tanto a los justos como a los injustos-, pueden en verdad
decir: “Todo es tuyo. De lo recibido de tu mano te damos”. ¡Oh, si
el ojo humano pudiera vislumbrar el servicio de los ángeles! ¡Si la
imaginación pudiera captar y explayarse en el servicio abundante
y glorioso de los ángeles de Dios, y en los conflictos que sostienen
en favor de los hombres a fin de protegerlos, guiarlos, ganarlos y
liberarlos de las trampas de Satanás! ¡Cuán diferentes serían la
conducta y el sentimiento religioso!
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Mérito humano
Los mortales pueden hacer discursos abogando vehementemen-
te por el mérito de la criatura, y cada hombre puede luchar por la
supremacía, pero los tales simplemente no saben que todo el tiempo,
en principio y en carácter, están tergiversando la verdad de Jesús. Se
hallan en la niebla de la ofuscación. Necesitan el precioso amor de
Dios, ilustrado por el oro refinado en fuego; necesitan la vestidura
blanca del carácter puro de Cristo; y necesitan el colirio celestial