Página 35 - Fe y Obras (1984)

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Cristo, nuestra justicia (un tema presentado en 1883)
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Miren y vivan
En el desierto, cuando el Señor permitió que serpientes vene-
nosas atacaran a los israelitas rebeldes, se instruyó a Moisés que
erigiera una serpiente de bronce y ordenara que todos los heridos la
miraran y vivieran. Pero muchos no vieron la utilidad de ese remedio
indicado por el Cielo. Los muertos y moribundos los rodeaban por
doquiera, y sabían que sin la ayuda divina su muerte era cierta; mas
lamentaban sus heridas, sus dolores, su muerte segura, hasta que
se les acababan las fuerzas y sus ojos quedaban vidriosos, cuando
podrían haber recibido una curación instantánea.
“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así” también
fue “el Hijo del Hombre... levantado, para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:14, 15
. Si es-
tán conscientes de sus pecados, no dediquen todas sus facultades
a lamentarse por ellos, sino miren y vivan. Jesús es nuestro único
Salvador, y aunque millones que necesitan ser curados rechacen su
misericordia ofrecida, nadie que confía en sus méritos será aban-
donado para perecer. Al paso que reconozcamos nuestra condición
impotente sin Cristo, no debemos desanimarnos. Debemos confiar
en un Salvador crucificado y resucitado. Pobre alma, enferma de
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pecado y desanimada, mira y vive. Jesús ha empeñado su palabra;
salvará a todos los que acuden a El.
Ven a Jesús, y recibe descanso y paz. Ahora mismo puedes tener
la bendición. Satanás te sugiere que eres impotente y que no puedes
bendecirte a ti mismo. Es verdad: eres impotente. Pero exalta a Jesús
delante de él: “Tengo un Salvador resucitado. En El confío y El
nunca permitirá que yo sea confundido. Yo triunfo en su nombre. El
es mi justicia y mi corona de regocijo”. En lo que respecta a esto,
nadie piense que su caso es sin esperanza, pues no es así. Quizá te
parezca que eres pecador y que estás perdido, pero precisamente por
eso necesitas un Salvador. Si tienes pecados que confesar, no pierdas
tiempo. Los momentos son de oro. “Si confesamos nuestros pecados,
él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad”.
1 Juan 1:9
. Serán saciados los que tienen hambre y
sed de justicia, pues Jesús lo ha prometido. ¡Precioso Salvador! Sus
brazos están abiertos para recibirnos, y su gran corazón de amor
espera para bendecirnos.