Página 36 - Fe y Obras (1984)

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Fe y Obras
Algunos parecen sentir que deben ser puestos a prueba y deben
demostrar al Señor que se han reformado, antes de poder demandar
sus bendiciones. Sin embargo, esas queridas almas pueden pedir
ahora mismo la bendición. Deben tener la gracia de Cristo, el Espíritu
de Cristo que les ayude en sus debilidades, o no podrán formar un
carácter cristiano. Jesús anhela que vayamos a El tal como somos:
pecadores, impotentes, desvalidos.
El arrepentimiento es un don de Dios
El arrepentimiento, tanto como el perdón, es el don de Dios por
medio de Cristo. Mediante la influencia del Espíritu Santo somos
convencidos de pecado y sentimos nuestra necesidad de perdón. Sólo
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los contritos son perdonados, pero es la gracia de Dios la que hace
que se arrepienta el corazón. El conoce todas nuestras debilidades y
flaquezas, y nos ayudará.
Algunos que acuden a Dios mediante el arrepentimiento y la
confesión, y creen que sus pecados han sido perdonados, no re-
curren, sin embargo, a las promesas de Dios como debieran. No
comprenden que Jesús es un Salvador siempre presente y no están
listos para confiarle la custodia de su alma, descansando en El para
que perfeccione la obra de la gracia comenzada en su corazón. Al
paso que piensan que se entregan a Dios, existe mucho de confianza
propia. Hay almas concienzudas que confían parcialmente en Dios y
parcialmente en sí mismas. No recurren a Dios para ser preservadas
por su poder, sino que dependen de su vigilancia contra la tentación
y de la realización de ciertos deberes para que Dios las acepte. No
hay victorias en esta clase de fe. Tales personas se esfuerzan en vano.
Sus almas están en un yugo continuo y no hallan descanso hasta que
sus cargas son puestas a los pies de Jesús.
Se necesitan vigilancia constante y ferviente y amante devoción.
Pero ellas se presentan naturalmente cuando el alma es preservada
por el poder de Dios, mediante la fe. No podemos hacer nada, ab-
solutamente nada para ganar el favor divino. No debemos confiar
en absoluto en nosotros mismos ni en nuestras buenas obras. Sin
embargo, cuando vamos a Cristo como seres falibles y pecaminosos,
podemos hallar descanso en su amor. Dios acepta a cada uno que
acude a El confiando plenamente en los méritos de un Salvador