Página 38 - Fe y Obras (1984)

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Elena G. de White traza claramente las líneas
Parte de un sermón pronunciado en Worcester, Massachusetts, el 31
de julio de 1885, titulado “La verdadera norma de santidad”.
Publicado en la
Review and Herald
el 25 de agosto de 1885
.
La pregunta que ahora ha de formularse es: ¿Están los profesos
seguidores de Cristo satisfaciendo las condiciones en relación con
las cuales la bendición es pronunciada? ¿Se están separando del
mundo en espíritu y en práctica? ¡Cuán difícil es salir y apartarse de
hábitos y costumbres mundanales! Mas pongamos mucho cuidado
para que Satanás no nos seduzca y engañe por medio de falsas repre-
sentaciones. Aquí están en juego intereses eternos. Las demandas de
Dios deberían ocupar el primer lugar; sus requerimientos deberían
recibir nuestra principal atención.
Cada descendiente del Adán caído debe, mediante la gracia trans-
formadora de Cristo, llegar a ser obediente a todos los requerimientos
de Dios. Muchos cierran sus ojos a las más claras enseñanzas de
su Palabra porque la cruz se interpone directamente en el camino.
Si la levantan, van a parecer peculiares ante los ojos del mundo; y
vacilan, preguntan y buscan algún pretexto por el cual puedan evitar
la cruz. Satanás está siempre listo, y presenta razones plausibles por
las cuales no sería lo mejor obedecer la Palabra de Dios exactamente
como reza. Las almas son fatalmente engañadas.
Un engaño exitoso
Uno de los engaños más exitosos de Satanás es inducir a los hom-
bres a pretender que están santificados, mientras viven en desobe-
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diencia a los mandamientos de Dios. Los tales son descriptos por
Jesús como los que dirán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?”
Aunque los que pretenden estar santificados tienen mucho que
decir acerca de ser salvados por la sangre de Jesús, su santificación
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