Página 41 - Fe y Obras (1984)

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Elena G. de White traza claramente las líneas
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Sólo dos clases: obedientes y desobedientes
Hay sólo dos clases de personas sobre la tierra: los obedientes
hijos de Dios y los desobedientes. En una ocasión Cristo presentó
ante sus oyentes la obra del juicio de esta manera: “Cuando el Hijo
del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él,
entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de
él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta
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el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha,
y los cabritos a su izquierda.
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi
Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación
del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y
me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo,
y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a
mí.
“Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo
te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de
beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te
cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a
ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto
lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo
hicisteis”.
Mateo 25:31-40
.
Así Cristo identifica su interés con el de la humanidad sufriente.
Considera cada atención prodigada a sus criaturas, como realizada
personalmente en su favor. Los que pretenden poseer la moderna
santificación se adelantarían jactanciosamente, diciendo: “Señor,
Señor, ¿no nos conoces? ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros?” Las personas aquí descriptas, que formulan estas preten-
siosas reclamaciones, aparentemente entrelazando a Jesús en todas
sus acciones, representan de manera adecuada a los que alegan po-
seer la moderna santificación pero están en guerra con la ley de Dios.
Cristo los llama hacedores de iniquidad porque son engañadores,
que tienen el manto de la santidad para ocultar la deformidad de sus
caracteres, la perversión interior de sus corazones impuros.
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Satanás ha descendido en estos días finales para obrar con todo
engaño de impiedad en los que perecen. Su majestad satánica realiza