Página 61 - Fe y Obras (1984)

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La calidad de nuestra fe
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Y así tomaron al hombre desahuciado y lo llevaron adonde sabían
que estaba Jesús. Pero la multitud rodeaba tan apretadamente la casa
donde se hallaba Jesús, que ellos ni tenían posibilidad de acercarse
a la puerta. ¿Qué iban a hacer? El paralítico sugirió que sacaran las
tejas e hicieran una abertura en el techo, y lo bajaran por allí.
Y así puso de manifiesto su ferviente fe. Ellos lo hicieron, y
él fue colocado justamente delante de Jesús, donde el Señor podía
verlo. Y Jesús, al mirarlo, tuvo compasión de él, y dijo: “Hijo, tus
pecados te son perdonados”.
Marcos 2:5
. Bien, ¡qué gozo significaba
eso! Jesús sabía exactamente qué necesitaba esa alma agobiada por
el pecado. Sabía que el hombre había sido torturado por su propia
conciencia, así que le dijo: “Tus pecados te son perdonados”. ¡Qué
alivio para la mente del paralítico! ¡Qué esperanza llenó su corazón!
Entonces las sospechas se suscitaron en los corazones de los
fariseos: “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?”
Jesús les dijo entonces: “Para que sepáis que el Hijo del Hombre
tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):
A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”.
Lucas 5:24
.
¿Qué, tomar el lecho con sus brazos lisiados! ¿Qué, ponerse en pie,
con sus piernas paralíticas! ¿Qué hizo? Pues, hizo exactamente lo
que se le ordenó. Hizo lo que el Señor le dijo que hiciera. La fuerza
de la voluntad fue dirigida a mover sus piernas y brazos tullidos,
y éstos respondieron, aun cuando no habían respondido por largo
tiempo. Esta manifestación demostró delante de la gente que allí
había Uno, en medio de ellos, que no sólo podía perdonar pecados
sino también sanar a los enfermos.
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Pero esa poderosa evidencia dada a los fariseos no los convirtió.
Los hombres pueden encerrarse de tal manera en la incredulidad,
la duda y el escepticismo, que ni la resurrección de los muertos
los convencería. Por causa de su incredulidad, se mantendrían en
la misma actitud de descreimiento, impenitentes, inconversos. Pero
todos los que tienen corazones dispuestos para recibir la verdad y
oídos para oír, glorifican a Dios. Los tales exclaman: “¡Nunca antes
lo habíamos visto de este modo!”