Página 74 - Fe y Obras (1984)

Basic HTML Version

70
Fe y Obras
El mensaje a Laodicea
El Testigo fiel dice de una iglesia fría, sin vida y sin Cristo:
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses
frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te
vomitaré de mi boca”.
Apocalipsis 3:15, 16
. Tomen buena nota
de las siguientes palabras: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he
enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y
no sabes
que
tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”.
Vers.
17
. Aquí se representa a los que se enorgullecen de sí mismos
por su posesión de conocimiento y superioridad espirituales. Pero
no han respondido a las bendiciones inmerecidas que Dios les ha
conferido. Han estado llenos de rebelión, ingratitud y olvido de Dios;
y todavía El los ha tratado como un padre amante y perdonador
trata a un hijo ingrato y descarriado. Han resistido a su gracia, han
abusado de sus privilegios, han menospreciado sus oportunidades y
[85]
se han conformado con hundirse en la satisfacción, en la lamentable
ingratitud, el formalismo vacío y la insinceridad hipócrita. Con
orgullo farisaico han alardeado de sí mismos hasta que se ha dicho
de ellos: “Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna
cosa tengo necesidad”.
¿No ha enviado acaso el Señor Jesús mensaje tras mensaje de
reproche, de amonestación, de súplica a estos que están satisfechos
de sí mismos? ¿No han sido despreciados y rechazados sus consejos?
¿No han sido tratados con menosprecio sus mensajeros delegados,
y han sido recibidas sus palabras como fábulas ociosas? Cristo ve
lo que no ve el hombre. Ve los pecados que, si no son borrados
por el arrepentimiento, agotarán la paciencia de un Dios tolerante.
Cristo no puede aceptar los nombres de los que están satisfechos en
su suficiencia propia. No puede instar a favor de un pueblo que no
siente necesidad de ayuda, que pretende conocer y poseer todo.
El gran Redentor se representa a sí mismo como un comerciante
celestial, cargado de riquezas, que llama de casa en casa presentando
sus mercaderías incomparables, y diciendo: “Yo te aconsejo que de
mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras
blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu des-
nudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y
castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí,