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Los Hechos de los Apóstoles
Cornelio refirió entonces lo que le había sucedido y las palabras
del ángel, diciendo en conclusión: “Así que, luego envié a ti; y tú
has hecho bien en venir. Ahora pues, todos nosotros estamos aquí
en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado.”
Pedro dijo: “Por verdad hallo que Dios no hace acepción de
personas; sino que de cualquiera nación que le teme y obra justicia,
se agrada.”
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Y luego, a ese compañía de atentos oyentes predicó el apóstol a
Cristo, su vida, sus milagros, su entrega y crucifixión, su resurrección
y ascensión y su obra en el cielo como representante y defensor
del hombre. Mientras señalaba a los presentes a Jesús como única
esperanza del pecador, Pedro mismo comprendió más plenamente el
significado de la visión que había tenido, y en su corazón ardía el
espíritu de la verdad que estaba presentando.
De repente, el discurso fué interrumpido por el descenso del Es-
píritu Santo. “Estando aún hablando Pedro estas palabras, el Espíritu
Santo cayó sobre todos los que oían el sermón. Y se espantaron
los fieles que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro,
de que también sobre los Gentiles se derramase el don del Espíritu
Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban
a Dios.
“Entonces respondió Pedro: ¿Puede alguno impedir el agua, para
que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo
también como nosotros? Y les mandó bautizar en el nombre del
Señor Jesús.”
Así fué comunicado el Evangelio a los que habían sido extraños,
haciéndolos conciudadanos de los santos y miembros de la familia
de Dios. La conversión de Cornelio y su familia no fué sino las
primicias de una mies que se había de cosechar. Comenzando con
esta familia, se llevó a cabo una extensa obra de gracia en esa ciudad
pagana.
Hoy día Dios está buscando almas tanto entre los encumbrados
como entre los humildes. Hay muchos hombres como Cornelio
a quienes el Señor desea vincular con su obra en el mundo. Sus
simpatías están con el pueblo del Señor, pero los vínculos que los
atan al mundo los retienen firmemente. Decidirse por Cristo exige
valor moral de su parte. Debieran hacerse esfuerzos especiales por