Página 108 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

104
Los Hechos de los Apóstoles
Llegan a la segunda puerta, también guardada de adentro y de
afuera. Se abre como la primera, sin chirrido de goznes, ni ruido
de cerrojos. Ellos pasan, y vuelve a cerrarse silenciosamente. De la
misma manera pasan por la tercera puerta, y se encuentran en la calle
abierta. Ni una palabra es pronunciada; ni se oyen pisadas. El ángel
se desliza adelante, rodeado de un deslumbrante esplendor, y Pedro,
aturdido, y creyendo aun que está soñando, sigue a su libertador.
Así pasan por una calle, y luego, cumplida la misión del ángel, éste
desaparece súbitamente.
La luz celestial se desvanece, y Pedro se encuentra en profundas
tinieblas; pero a medida que sus ojos se acostumbran a ellas, éstas
parecen disminuir gradualmente, y descubre que se halla solo en la
calle silenciosa, recibiendo el fresco soplo del aire nocturno en la
frente. Se da cuenta de que está libre, en una parte conocida de la
ciudad; reconoce el lugar que a menudo ha frecuentado, y por el que
esperaba pasar por última vez a la mañana siguiente.
Entonces trató de recordar los sucesos de los pocos momentos
pasados. Recordó que se había dormido, atado entre dos soldados,
[120]
despojado de sus sandalias y ropa exterior. Examinó su persona,
y vió que estaba completamente vestido y ceñido. Sus muñecas
hinchadas por efecto de los crueles hierros, estaban libres de cadenas.
Se percató de que su libertad no era un engaño, ni un sueño ni una
visión, sino una bendita realidad. Por la mañana iba a ser llevado a la
ejecución; pero he aquí que un ángel lo había librado de la cárcel y
de la muerte. “Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo
verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado
de la mano de Herodes, y de todo el pueblo de los Judíos que me
esperaba.”
El apóstol se dirigió en seguida a la casa donde estaban reunidos
sus hermanos, y donde en ese mismo momento estaban orando
fervientemente por él. “Y tocando Pedro a la puerta del patio, salió
una muchacha, para escuchar, llamada Rhode: la cual como conoció
la voz de Pedro, de gozo no abrió el postigo, sino corriendo adentro,
dió nueva de que Pedro estaba al postigo. Y ellos le dijeron: Estás
loca. Mas ella afirmaba que así era. Entonces ellos decían: Su ángel
es.
“Mas Pedro perseveraba en llamar: y cuando abrieron, viéronle, y
se espantaron. Mas él haciéndoles con la mano señal de que callasen,