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Los Hechos de los Apóstoles
Los creyentes de Antioquía comprendían que Dios estaba dis-
puesto a obrar en sus vidas “el querer como el hacer, por su buena
voluntad.”
Filipenses 2:13
. Mientras vivían en medio de un pueblo
que parecía preocuparse poco por las cosas de valor eterno, trataban
de dirigir la atención de los de corazón sincero, y dar testimonio
positivo de Aquel a quien amaban y servían. En su humilde ministe-
rio, aprendieron a depender del poder del Espíritu Santo para hacer
eficaz la palabra de vida. Y así, en las diversas ocupaciones de la
vida, daban testimonio diariamente de su fe en Cristo.
El ejemplo de los seguidores de Cristo en Antioquía debería
constituir una inspiración para todo creyente que vive en las grandes
ciudades del mundo hoy. Aunque es plan de Dios que escogidos y
consagrados obreros de talento se establezcan en los centros impor-
tantes de población para dirigir esfuerzos públicos, es también su
propósito que los miembros de la iglesia que viven en esas ciudades
usen los talentos que Dios les ha dado trabajando por las almas. Hay
en reserva ricas bendiciones para los que se entreguen plenamente al
llamamiento de Dios. Mientras esos obreros se esfuercen por ganar
almas para Jesús, hallarán que muchos que nunca hubieran sido
alcanzados de otra manera están listos para responder al esfuerzo
personal inteligente.
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La causa de Dios en la tierra necesita hoy día representantes
vivos de la verdad bíblica. Los ministros ordenados solos no pueden
hacer frente a la tarea de amonestar a las grandes ciudades. Dios
llama no solamente a ministros, sino también a médicos, enfermeros,
colportores, obreros bíblicos, y a otros laicos consagrados de diver-
sos talentos que conocen la Palabra de Dios y el poder de su gracia, y
los invita a considerar las necesidades de las ciudades sin amonestar.
El tiempo pasa rápidamente, y hay mucho que hacer. Deben usarse
todos los agentes, para que puedan ser sabiamente aprovechadas las
oportunidades actuales.
Las labores de Pablo en Antioquía, en unión con Bernabé, le
fortalecieron en su convicción de que el Señor le había llamado
a hacer una obra especial en el mundo gentil. En ocasión de la
conversión de Pablo, el Señor había declarado que había de ser
ministro a los gentiles, para abrir “sus ojos, para que se conviertan
de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para
que reciban, por la fe que es en mí, remisión de pecados y suerte