Página 127 - Los Hechos de los Ap

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Heraldos del evangelio
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Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los Gentiles, para que seas
salud hasta lo postrero de la tierra.
“Y los Gentiles oyendo esto, fueron gozosos, y glorificaban la
palabra del Señor: y creyeron todos los que estaban ordenados para
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vida eterna.” Se regocijaron sobremanera porque Cristo los reconocía
como hijos de Dios, y con corazones agradecidos escucharon la
palabra predicada. Los que creyeron fueron celosos en comunicar a
otros el mensaje evangélico, y así “la palabra del Señor era sembrada
por toda aquella provincia.”
Siglos antes, la pluma de la inspiración había descrito esta co-
secha de los gentiles; pero esas declaraciones proféticas se habían
entendido sólo obscuramente. Oseas había dicho: “Sin embargo, ...
el número de los hijos de Israel será como las arenas del mar, que no
pueden ser medidas ni contadas: y acontecerá que en el lugar donde
les fué dicho: No sois mi pueblo, les será dicho: ¡Hijos sois del Dios
vivo!” Y en otro lugar: “Te sembraré para mí mismo en la tierra;
y me compadeceré de la no compadecida, y al que dije que no era
mi pueblo, le diré: ¡Pueblo mío eres! y él me dirá a mí: ¡Tú eres mi
Dios!”
Oseas 1:10; 2:23 (VM)
.
El Salvador mismo, durante su ministerio terrenal, predijo la
difusión del Evangelio entre los gentiles. En la parábola de la viña,
declaró a los impenitentes judíos: “El reino de Dios será quitado de
vosotros, y será dado a gente que haga los frutos de él.”
Mateo 21:43
.
Y después de su resurrección, comisionó a sus discípulos a ir “por
todo el mundo,” y doctrinar “a todos los Gentiles.” No debían dejar
a nadie sin amonestar, sino que habían de predicar “el evangelio a
toda criatura.”
Mateo 28:19
;
Marcos 16:15
.
Al volverse a los gentiles en Antioquía de Pisidia, Pablo y Ber-
nabé no dejaron de trabajar por los judíos dondequiera que tuviesen
oportunidad de hacerse oír. Más tarde, en Tesalónica, en Corinto, en
Efeso y en otros centros importantes, Pablo y sus compañeros de
labor predicaron el Evangelio tanto a los judíos como a los gentiles.
Pero sus mejores energías se dirigieron desde entonces a la edifi-
cación del reino de Dios en territorio pagano, entre pueblos que no
tenían sino poco o ningún conocimiento del verdadero Dios y de su
Hijo.
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El corazón de Pablo y de sus colaboradores suspiraba por aque-
llos que estaban “sin Cristo, alejados de la república de Israel, y