Página 131 - Los Hechos de los Ap

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La predicación entre los paganos
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algunos que estaban dispuestos a oír y aceptar el mensaje evangélico.
En estos lugares y en la campiña circundante decidieron trabajar
los apóstoles, esperando evitar el prejuicio y la persecución de los
judíos.
En Listra no había sinagoga judía, aunque vivían en la ciudad
unos pocos judíos. Muchos de los habitantes de Listra adoraban en
un templo dedicado a Júpiter. Cuando Pablo y Bernabé aparecieron
en la ciudad y, reuniendo a su alrededor a los listrenses, explicaron
las verdades sencillas del Evangelio, muchos trataron de relacionar
esas doctrinas con su propia creencia supersticiosa en el culto de
Júpiter.
Los apóstoles se esforzaron por impartir a estos idólatras un
conocimiento del Dios Creador y de su Hijo, el Salvador de la especie
humana. Primero atrajeron su atención a las obras admirables de
Dios, que son el sol, la luna y las estrellas, el hermoso orden de
las estaciones sucesivas, las altas montañas cubiertas de nieve, los
frondosos árboles, y otras varias maravillas de la naturaleza, que
demostraban una habilidad que superaba la comprensión humana.
Por medio de estas obras del Todopoderoso, los apóstoles dirigieron
la mente de los paganos a la contemplación del gran Gobernante del
universo.
Habiendo presentado estas verdades fundamentales concernien-
tes al Creador, los apóstoles hablaron a los listrenses del Hijo de
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Dios, que vino del cielo a nuestro mundo porque amaba a los hijos
de los hombres. Hablaron de su vida y ministerio, su rechazamiento
por aquellos a quienes vino a salvar, su juicio y crucifixión, su resu-
rrección y su ascensión al cielo, para actuar allí como abogado del
hombre. Así, con el Espíritu y el poder de Dios, Pablo y Bernabé
predicaron el Evangelio en Listra.
En una oportunidad, mientras Pablo estaba hablando a la gente de
la obra de Cristo como sanador de los enfermos y afligidos, vió entre
sus oyentes un lisiado, cuyos ojos estaban fijos en él, y que recibía
y creía sus palabras. El corazón de Pablo se conmovió de simpatía
hacia el hombre afligido, en quien discernía a uno que “tenía fe para
ser sano.” En presencia de la asamblea idólatra, Pablo ordenó al
lisiado que se pusiera de pie. Hasta entonces el enfermo no había
podido más que sentarse, pero ahora, obedeció instantáneamente a
la orden de Pablo, y por primera vez en su vida se puso de pie. Al