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Los Hechos de los Apóstoles
Los judíos se habían enorgullecido siempre de sus cultos divina-
mente señalados; y muchos de aquellos que se habían convertido a la
fe de Cristo, sentían todavía que, puesto que Dios había bosquejado
una vez claramente la forma hebrea del culto, era improbable que
autorizara alguna vez un cambio en cualquiera de sus detalles. Insis-
tían en que las leyes y ceremonias judías debían incorporarse en los
ritos de la religión cristiana. Eran lentos en discernir que todas las
ofrendas de los sacrificios no habían sino prefigurado la muerte del
Hijo de Dios, en la cual el símbolo se había cumplido, y después de
la cual los ritos y ceremonias de la dispensación mosaica no estaban
más en vigor.
Antes de su conversión, Pablo se había considerado, “cuanto
a la justicia que es en la ley, irreprensible.”
Filipenses 3:6
. Pero
desde que cambiara de corazón, había adquirido un claro concepto
de la misión del Salvador como Redentor de toda la especie, gentiles
tanto como judíos, y había aprendido la diferencia entre una fe
viva y un muerto formalismo. A la luz del Evangelio, los antiguos
ritos y ceremonias confiados a Israel habían adquirido un nuevo
y más profundo significado. Las cosas prefiguradas por ellos se
habían producido, y los que vivían bajo la dispensación evangélica
habían sido relevados de su observancia. Sin embargo, Pablo todavía
guardaba tanto en el espíritu como en la letra, la inalterable ley
divina de los diez mandamientos.
En la iglesia de Antioquía, la consideración del asunto de la
circuncisión provocó mucha discusión y contienda. Finalmente, los
miembros de la iglesia, temiendo que si la discusión continuaba
se provocaría una división entre ellos, decidieron enviar a Pablo
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y Bernabé, con algunos hombres responsables de la iglesia, hasta
Jerusalén, a fin de presentar el asunto a los apóstoles y ancianos.
Habían de encontrarse allí con delegados de las diferentes iglesias, y
con aquellos que habían venido a Jerusalén para asistir a las próximas
fiestas. Mientras tanto, había de cesar toda controversia hasta que
fuese dada una decisión final en el concilio general. Esta decisión
sería entonces aceptada universalmente por las diversas iglesias en
todo el país.
En camino a Jerusalén, los apóstoles visitaron a los creyentes
de las ciudades por las cuales pasaron, y los animaron relatándoles