Página 139 - Los Hechos de los Ap

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Judíos y gentiles
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lo que les había sucedido en la obra de Dios y la conversión de los
gentiles.
En Jerusalén, los delegados de Antioquía se encontraron con
los hermanos de las diversas iglesias, que se habían reunido para
asistir a un concilio general; y les relataron el éxito que había tenido
su ministerio entre los gentiles. Expusieron entonces la confusión
provocada por el hecho de que ciertos conversos fariseos habían ido
a Antioquía y declarado que para salvarse, los conversos gentiles
debían circuncidarse y guardar la ley de Moisés.
Esta cuestión se discutió calurosamente en la asamblea. Intima-
mente relacionados con el asunto de la circuncisión, había varios
otros que demandaban cuidadoso estudio. Uno era el problema de la
actitud que debía adoptarse hacia el uso de alimentos ofrecidos a los
ídolos. Muchos de los conversos gentiles vivían entre gentes igno-
rantes y supersticiosas, que hacían frecuentes sacrificios y ofrendas a
los ídolos. Los sacerdotes de este culto pagano realizaban un extenso
comercio con las ofrendas que se les llevaban; y los judíos temían
que los conversos gentiles deshonraran el cristianismo comprando
lo que había sido ofrecido a los ídolos, y sancionaran así, en cierta
medida, las costumbres idólatras.
Además, los gentiles estaban acostumbrados a comer la carne de
animales estrangulados, mientras que a los judíos se les había ense-
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ñado divinamente que cuando se mataban bestias para el consumo,
se debía ejercer un cuidado particular de que se desangrara bien el
cuerpo; de otra manera, la carne no se consideraría saludable. Dios
había ordenado esto a los judíos para la conservación de su salud.
Los judíos consideraban pecaminoso usar sangre como alimento.
Sostenían que la sangre era la vida, y que el derramamiento de la
sangre era consecuencia del pecado.
Los gentiles, por el contrario, acostumbraban recoger la sangre
de las víctimas de los sacrificios, y usarla en la preparación de
alimentos. Los judíos no creían que debieran cambiar las costumbres
que habían adoptado bajo la dirección especial de Dios. Por lo tanto,
como estaban entonces las cosas, si un judío y un gentil intentaran
comer a la misma mesa, el primero sería ofendido y escandalizado
por el último.
Los gentiles, y especialmente los griegos, eran extremadamente
licenciosos, y había peligro de que algunos, de corazón inconverso,