Página 141 - Los Hechos de los Ap

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Judíos y gentiles
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con ellos. Cuando relató en aquella ocasión cómo el Espíritu Santo
descendió sobre los gentiles, declaró: “Así que, si Dios les dió el
mismo don también como a nosotros que hemos creído en el Señor
Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?”
Hechos
11:17
. Ahora, con igual fervor y fuerza, dijo: “Dios, que conoce los
corazones, les dió testimonio, dándoles el Espíritu Santo también
como a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos,
purificando con la fe sus corazones. Ahora pues, ¿por qué tentáis
a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos yugo, que ni
nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” Este yugo no
era la ley de los diez mandamientos, como aseveran algunos que
se oponen a la vigencia de la ley; Pedro se refería a la ley de las
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ceremonias, que fué anulada e invalidada por la crucifixión de Cristo.
El discurso de Pedro dispuso a la asamblea para escuchar con
paciencia a Pablo y Bernabé, quienes relataron lo que habían ex-
perimentado al trabajar por los gentiles. “Toda la multitud calló, y
oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes maravillas
y señales Dios había hecho por ellos entre los Gentiles.”
Santiago también dió testimonio con decisión, declarando que
era el propósito de Dios conceder a los gentiles los mismos privile-
gios y bendiciones que se habían otorgado a los judíos.
Plugo al Espíritu Santo no imponer la ley ceremonial a los con-
versos gentiles, y el sentir de los apóstoles en cuanto a este asunto
era como el sentir del Espíritu de Dios. Santiago presidía el concilio,
y su decisión final fué: “Yo juzgo, que los que de los Gentiles se
convierten a Dios, no han de ser inquietados.”
Esto puso fin a la discusión. El caso refuta la doctrina que sos-
tiene la iglesia católica romana, de que Pedro era la cabeza de la
iglesia. Aquellos que, como papas, han pretendido ser sus sucesores,
no pueden fundar sus pretensiones en las Escrituras. Nada en la vida
de Pedro sanciona la pretensión de que fué elevado por encima de
sus hermanos como el viceregente del Altísimo. Si aquellos que
se declaran ser los sucesores de Pedro hubieran seguido su ejem-
plo, habrían estado siempre contentos con mantenerse iguales a sus
hermanos.
En este caso, Santiago parece haber sido escogido para anunciar
la decisión a la cual había llegado el concilio. Su sentencia fué
que la ley ceremonial, y especialmente el rito de la circuncisión,