Página 143 - Los Hechos de los Ap

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Judíos y gentiles
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ralmente por las iglesias cristianas. No todos, sin embargo, estaban
satisfechos con la decisión; había un bando de hermanos ambiciosos
y confiados en sí mismos que estaban en desacuerdo con ella. Estos
hombres estaban decididos a ocuparse en la obra bajo su propia
responsabilidad. Se tomaban la libertad de murmurar y hallar faltas,
de proponer nuevos planes y tratar de derribar la obra de los hom-
bres a quienes Dios había escogido para que enseñaran el mensaje
evangélico. Desde el principio la iglesia ha tenido que afrontar tales
obstáculos, y tendrá que hacerlo hasta el fin del siglo.
Jerusalén era la metrópoli de los judíos, y era allí donde se en-
contraban la intolerancia y el exclusivismo mayores. Los cristianos
judíos que vivían a la vista del templo permitían, como era natural,
que sus mentes se volvieran a los privilegios peculiares de los judíos
como nación. Cuando vieron que la iglesia cristiana se apartaba
de las ceremonias y tradiciones del judaísmo, y percibieron que la
santidad peculiar con la cual las costumbres judías habían estado
investidas pronto serían perdidas de vista a la luz de la nueva fe,
muchos se indignaron con Pablo como el que había en gran medida
causado este cambio. Aun los discípulos no estaban todos prepa-
rados para aceptar de buen grado la decisión del concilio. Algunos
eran celosos por la ley ceremonial; y miraban a Pablo con desagrado,
porque pensaban que sus principios respecto a las obligaciones de la
ley judía eran flojos.
Las decisiones amplias y de largo alcance del concilio general
produjeron confianza en las filas de los creyentes gentiles, y la causa
de Dios prosperó. En Antioquía, la iglesia fué favorecida con la
presencia de Judas y Silas, los mensajeros especiales que habían
vuelto con los apóstoles de la reunión de Jerusalén. “Como ellos
también eran profetas,” Judas y Silas “consolaron y confirmaron a
los hermanos con abundancia de palabra.” Estos hombres piadosos
permanecieron en Antioquía un tiempo. “Pablo y Bernabé se esta-
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ban en Antioquía enseñando la palabra del Señor y anunciando el
evangelio con otros muchos.”
Cuando Pedro visitó más tarde a Antioquía, ganó la confianza
de muchos por su prudente conducta hacia los conversos gentiles.
Por un tiempo procedió de acuerdo con la luz procedente del cie-
lo. Se sobrepuso a su natural prejuicio hasta el punto de sentarse
a la mesa con los conversos gentiles. Pero cuando ciertos judíos