Página 149 - Los Hechos de los Ap

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Pablo exalta la cruz
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la piedad experimental le distinguía de otros creyentes, y le daba
influencia.
Los que trabajan por las almas deben obtener un conocimiento
más profundo, más pleno y más claro de Dios que el que se puede
adquirir mediante un esfuerzo ordinario. Deben poner todas sus
energías en la obra del Señor. Están ocupados en una alta y sagrada
vocación, y si ganan almas como salario, deben asirse firmemente
de Dios, y recibir diariamente gracia y poder de la Fuente de toda
bendición. “Porque la gracia de Dios que trae salvación a todos
los hombres, se manifestó, enseñándonos que, renunciando a la
impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo templada,
y justa, y píamente, esperando aquella esperanza bienaventurada, y la
manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo,
que se dió a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad,
y limpiar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.”
Tito
2:11-14
.
Antes de penetrar en nuevos territorios, Pablo y sus compañeros
visitaron las iglesias que habían sido establecidas en Pisidia y en las
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regiones circundantes. “Como pasaban por las ciudades, les daban
que guardasen los decretos que habían sido determinados por los
apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalem. Así que, las
iglesias eran confirmadas en fe, y eran aumentadas en número cada
día.”
El apóstol Pablo sentía una profunda responsabilidad por los
que se convertían por sus labores. Por encima de todas las cosas,
anhelaba que fueran fieles, “para que yo pueda gloriarme en el
día de Cristo—decía,—que no he corrido en vano, ni trabajado en
vano.”
Filipenses 2:6
. Temblaba por el resultado de su ministerio.
Sentía que hasta su propia salvación podría estar en peligro si no
cumpliera su deber y la iglesia no cooperase con él en la obra de
salvar almas. Sabía que la sola predicación no bastaba para enseñar
a los creyentes a proclamar la palabra de vida. Sabía que línea sobre
línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí y otro poquito allí,
debían ser enseñados a progresar en la obra de Cristo.
Es un principio universal que cuando quiera que uno se niegue
a usar las facultades que Dios le da, éstas decaen y mueren. La
verdad que no se vive, que no se imparte, pierde su poder vivificante,
su virtud sanadora. De aquí el temor del apóstol Pablo de que no