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Los Hechos de los Apóstoles
presentase a todo hombre perfecto en Cristo. La esperanza de Pablo
de entrar en el cielo se obscurecía cuando contemplaba cualquier
fracaso suyo que diera a la iglesia el molde humano en lugar del
divino. Su conocimiento, su elocuencia, sus milagros, su visión de
las escenas eternas obtenidas en el tercer cielo,—todo sería inútil si
por la infidelidad en su obra aquellos por quienes trabajaba cayeran
de la gracia de Dios. Y así, de viva voz y por carta, rogaba a aquellos
que habían aceptado a Cristo que siguiesen una conducta que los
habilitara para ser “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin culpa
en medio de la nación maligna y perversa, ... como luminares en el
mundo; reteniendo la palabra de vida.”
Filipenses 2:15, 16
.
Todo verdadero ministro siente una pesada responsabilidad por
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el progreso espiritual de los creyentes confiados a su cuidado, un
anhelante deseo de que sean colaboradores de Dios. Comprende que
del fiel cumplimiento del trabajo que Dios le da depende en gran
medida el bienestar de la iglesia. Trata ardiente e incansablemente
de inspirar en los creyentes el deseo de ganar almas para Cristo,
recordando que todo el que se añade a la iglesia debería ser un
agente más para el cumplimiento del plan de la redención.
Habiendo visitado las iglesias de Pisidia y de la región vecina,
Pablo y Silas, con Timoteo, penetraron en “Frigia y la provincia de
Galacia,” donde proclamaron con gran poder las buenas nuevas de la
salvación. Los Gálatas eran idólatras, pero cuando los apóstoles les
predicaron, se gozaron en el mensaje que les prometía libertad de la
servidumbre del pecado. Pablo y sus colaboradores proclamaron la
doctrina de la justicia por la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo.
Presentaban a Cristo como Aquel que, al ver la impotente condición
de la especie caída, vino a redimir a los hombres y mujeres viviendo
una vida de obediencia a la ley de Dios y pagando la penalidad de la
desobediencia. Y a la luz de la cruz, muchos que nunca habían cono-
cido antes al Dios verdadero empezaron a comprender la grandeza
del amor del Padre.
Así se les enseñaron a los Gálatas las verdades fundamentales
concernientes a “Dios el Padre,” y a “nuestro Señor Jesucristo, el
cual se dió a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este
presente siglo malo, conforme a la voluntad de Dios y Padre nuestro.”
“Por el oír de la fe,” recibieron el Espíritu de Dios, y llegaron a ser
“hijos de Dios por la fe en Cristo.”
Gálatas 1:3, 4
;
3:2, 26
.