Página 157 - Los Hechos de los Ap

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En las regiones lejanas
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las heridas de los apóstoles, y les sirvió, después de lo cual fué
bautizado por ellos, con toda su casa. Una influencia santificadora
se difundió entre los presos, y todos estaban dispuestos a escuchar
las verdades habladas por los apóstoles. Estaban convencidos que el
Dios a quien estos hombres servían los había librado milagrosamente
de sus cadenas.
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Los habitantes de Filipos se habían aterrado grandemente por
el terremoto; y cuando, por la mañana, los oficiales de la cárcel les
dijeron a los magistrados lo que había ocurrido durante la noche,
se alarmaron, y enviaron a los alguaciles para soltar a los apóstoles.
Pero Pablo declaró: “Azotados públicamente sin ser condenados,
siendo hombres Romanos, nos echaron en la cárcel; y ¿ahora nos
echan encubiertamente? No, de cierto, sino vengan ellos y sáquen-
nos.”
Los apóstoles eran ciudadanos romanos, y era ilícito azotar a
un romano, a no ser por el crimen más flagrante, o privarlo de su
libertad sin un juicio justo. Pablo y Silas habían sido encarcelados
públicamente, y se negaron ahora a ser puestos privadamente en
libertad sin la debida explicación de parte de los magistrados.
Cuando se comunicaron estas palabras a las autoridades, éstas se
alarmaron por temor de que los apóstoles se quejaran al emperador,
y yendo en seguida a la cárcel, pidieron disculpas a Pablo y Silas
por la injusticia y crueldad que se les había hecho, y los sacaron
personalmente de la cárcel y les rogaron que se fueran de la ciudad.
Los magistrados temían la influencia de los apóstoles sobre el pueblo,
y también el Poder que había intervenido en favor de esos hombres
inocentes.
De acuerdo con la instrucción de Cristo, los apóstoles no impu-
sieron su presencia donde no se la deseaba. “Salidos de la cárcel,
entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los
consolaron, y se salieron.”
Los apóstoles no consideraban inútiles sus labores en Filipos.
Habían afrontado mucha oposición y persecución; pero la interven-
ción de la Providencia en su favor, y la conversión del carcelero y
de su familia, compensaron con creces la ignominia y el sufrimiento
que habían soportado. Las noticias de su injusto encarcelamiento y
de su milagrosa liberación se difundieron por toda esa región, y esto