Página 169 - Los Hechos de los Ap

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Berea y Atenas
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mediante esculturas, altares e inscripciones. Todo esto convertía a
Atenas en una vasta galería de arte.
Cuando Pablo vió la hermosura y grandeza que lo rodeaban, y la
ciudad enteramente entregada a la idolatría, su espíritu se llenó de
celo por Dios, a quien veía deshonrado por todas partes; y su corazón
se llenó de compasión por la gente de Atenas, que, no obstante su
cultura intelectual, no conocía al Dios verdadero.
El apóstol no se engañaba por lo que veía en ese centro del
saber. Su naturaleza espiritual estaba tan despierta a los atractivos
de las cosas celestiales, que el gozo y la gloria de las riquezas que
no perecerán nunca, invalidaban a sus ojos la pompa y el esplendor
que lo rodeaban. Al ver la magnificencia de Atenas, comprendía su
poder seductor para los amantes del arte y de la ciencia, y quedó
profundamente impresionada su mente por la importancia de la obra
que tenía por delante.
En esta gran ciudad, donde no se adoraba a Dios, Pablo se sentía
oprimido por un sentimiento de soledad; y anhelaba la simpatía y
la ayuda de sus colaboradores. En cuanto se refería a la amistad
humana, se sentía completamente solo. Lo expresa en su Epístola a
los Tesalonicenses al decir: “Acordamos quedarnos solos en Atenas.”
1 Tesalonicenses 3:1
. Delante de él se presentaban obstáculos que
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parecían insuperables, haciendo casi desesperada para él la tentativa
de alcanzar los corazones de la gente.
Mientras esperaba a Silas y Timoteo, Pablo no estaba ocioso.
“Disputaba en la sinagoga con los Judíos y religiosos; y en la plaza
cada día con los que le ocurrían.” Pero su principal labor era procla-
mar las nuevas de la salvación a aquellos que no tenían un concepto
claro de Dios y de su propósito en favor de la especie caída. El
apóstol había de encontrarse pronto con el paganismo en su forma
más sutil y seductora.
Los grandes hombres de Atenas no tardaron en enterarse de la
presencia en su ciudad de un maestro singular, que estaba presen-
tando a las gentes doctrinas nuevas y extrañas. Algunos de esos
hombres buscaron a Pablo, y entablaron conversación con él. Pronto
una multitud de oyentes se reunió en torno de ellos. Algunos estaban
listos para ridiculizar al apóstol como a uno muy inferior a ellos
tanto social como intelectualmente, y ésos dijeron con mofa: “¿Qué
quiere decir este palabrero?” Otros, “porque les predicaba a Jesús