Página 184 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

180
Los Hechos de los Apóstoles
sólo en Macedonia y en Acaya, mas aun en todo lugar vuestra fe en
Dios se ha extendido.”
Los creyentes tesalonicenses eran verdaderos misioneros. Sus
corazones ardían de celo por el Salvador que los había librado del
temor y “de la ira que ha de venir.” Por la gracia de Cristo, se
había producido una maravillosa transformación en sus vidas; y la
palabra del Señor, hablada por ellos, era acompañada de poder. Los
corazones eran ganados por las verdades presentadas, y almas eran
añadidas al número de los creyentes.
En esta primera epístola, Pablo se refirió a su manera de trabajar
entre los tesalonicenses. Declaró que no había tratado de ganar
conversos por medio del engaño o dolo. “Según fuimos aprobados
de Dios para que se nos encargase el evangelio, así hablamos; no
como los que agradan a los hombres, sino a Dios, el cual prueba
nuestros corazones. Porque nunca fuimos lisonjeros en la palabra,
como sabéis, ni tocados de avaricia; Dios es testigo; ni buscamos
de los hombres gloria, ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos
seros carga como apóstoles de Cristo. Antes fuimos blandos entre
vosotros como la que cría, que regala a sus hijos: tan amadores de
vosotros, que quisiéramos entregaros no sólo el evangelio de Dios,
mas aun nuestras propias almas; porque nos erais carísimos.”
“Vosotros sois testigos, y Dios—continúa el apóstol,—de cuán
santa y justa e irreprensiblemente nos condujimos con vosotros
que creisteis: así como sabéis de qué modo exhortábamos y con-
solábamos a cada uno de vosotros, como el padre a sus hijos. Y
os prostestábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os
llamó a su reino y gloria.
“Por lo cual, también nosotros damos gracias a Dios sin cesar,
de que habiendo recibido la palabra de Dios que oísteis de nosotros,
[209]
recibisteis no palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra
de Dios, el cual obra en vosotros los que creísteis.” “Porque ¿cuál
es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No sois
vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo en su venida? Que
vosotros sois nuestra gloria y gozo.”
En su primera epístola a los creyentes tesalonicenses, Pablo se
esforzó por instruirlos respecto al verdadero estado de los muertos.
Dijo que los muertos dormían en la inconsciencia: “Tampoco, her-
manos, queremos que ignoréis acerca de los que duermen, que no