Página 185 - Los Hechos de los Ap

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Las cartas a los Tesalonicenses
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os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si
creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a
los que durmieron en Jesús.... Porque el mismo Señor con aclama-
ción, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del
cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: luego nosotros,
los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos
arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos
siempre con el Señor.”
Los tesalonicenses se habían aferrado ansiosamente a la idea de
que Cristo estaba por venir para transformar a los fieles que vivían,
y llevarlos consigo. Habían protegido cuidadosamente la vida de
sus amigos, para que no murieran y perdieran la bendición que
ellos esperaban recibir al venir su Señor. Pero sus amados, uno tras
otro, les habían sido arrebatados; y con angustia los tesalonicenses
habían mirado por última vez los rostros de sus muertos, atreviéndose
apenas a esperar encontrarlos en la vida futura.
Cuando abrieron y leyeron la epístola de Pablo, las palabras
referentes al verdadero estado de los muertos proporcionaron gran
gozo y consuelo a la iglesia. Pablo mostró que aquellos que vivieran
cuando Cristo viniese no irían antes al encuentro de su Señor que
aquellos que hubieran dormido en Jesús. La voz del arcángel y la
trompeta de Dios alcanzarían a los que durmieran, y los muertos en
Cristo resucitarían primero, antes que el toque de la inmortalidad se
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concediera a los vivos. “Luego nosotros, los que vivimos, los que
quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a
recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por
tanto, consolaos los unos a los otros en estas palabras.”
Difícilmente podemos apreciar la esperanza y el gozo que esta
seguridad proporcionó a la joven iglesia de Tesalónica. Ellos cre-
yeron y atesoraron la carta que les envió su padre en el Evangelio,
y sus corazones se llenaron de amor a él. El les había dicho estas
cosas antes; pero en aquel entonces sus mentes estaban tratando
de asimilar doctrinas que les parecían nuevas y extrañas; y no es
sorprendente que la fuerza de algunos puntos no se había impresio-
nado vívidamente en su espíritu. Pero tenían hambre de la verdad,
y la epístola de Pablo les dió nueva esperanza y fuerza, y una fe
más firme en Aquel cuya muerte había sacado a luz la vida y la
inmortalidad, y les dió un afecto más profundo por él.