Página 186 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

182
Los Hechos de los Apóstoles
Ahora se regocijaban en el conocimiento de que sus amados
amigos se levantarían de la tumba, para vivir para siempre en el reino
de Dios. Las tinieblas que habían envuelto el lugar de descanso de
los muertos se disiparon. Un nuevo esplendor coronó la fe cristiana,
y vieron una nueva gloria en la vida, la muerte y la resurrección de
Cristo.
“También traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús,”
escribió Pablo. Muchos interpretan este pasaje como si significara
que los que duermen serán traídos con Cristo desde el cielo, pero
según Pablo, como Cristo se levantó de los muertos, así Dios traerá
de sus tumbas a los santos que durmieron, y los llevará con él al
cielo. ¡Qué precioso consuelo! ¡Qué gloriosa esperanza! no sólo para
la iglesia de Tesalónica, sino para todos los cristianos dondequiera
que estén.
Mientras Pablo trabajaba en Tesalónica, había explicado tan ple-
namente el asunto de las señales de los tiempos, mostrando qué
acontecimientos iban a suceder antes de la manifestación del Hijo
del hombre en las nubes del cielo, que no consideró necesario escri-
[211]
birles largamente en cuanto a este asunto. Se refirió, sin embargo,
enfáticamente a sus enseñanzas anteriores. “Acerca de los tiempos y
los momentos—dijo,—no tenéis, hermanos, necesidad de que yo os
escriba: porque vosotros sabéis bien, que el día del Señor vendrá así
como ladrón de noche, que cuando dirán, Paz y seguridad, entonces
vendrá sobre ellos destrucción de repente.”
Son muchos hoy en el mundo los que cierran los ojos a las
evidencias que Cristo dió para advertir a los hombres de su adveni-
miento. Tratan de aquietar toda aprensión, mientras las señales del
fin se cumplen rápidamente, y el mundo se precipita hacia el tiempo
cuando el Hijo del hombre se manifestará en las nubes del cielo.
Pablo enseña que es pecaminoso ser indiferente para con las señales
que han de preceder a la segunda venida de Cristo. A los culpables
de este descuido, los llama hijos de la noche y de las tinieblas. Ani-
ma a los vigilantes y despiertos con estas palabras: “Mas vosotros,
hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sobrecoja
como ladrón; porque todos vosotros sois hijos de luz, e hijos del día;
no somos de la noche, ni de las tinieblas. Por tanto, no durmanos
como los demás; antes velemos y seamos sobrios.”