Página 187 - Los Hechos de los Ap

Basic HTML Version

Las cartas a los Tesalonicenses
183
Son especialmente importantes para la iglesia de nuestro tiempo
las enseñanzas del apóstol sobre este punto. Para los que viven tan
cerca de la gran consumación, deberían tener notable fuerza las
palabras del apóstol: “Mas nosotros, que somos del día, estemos
sobrios, vestidos de cota de fe y de caridad, y la esperanza de salud
por yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar
salud por nuestro Señor Jesucristo; el cual murió por nosotros, para
que o que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él.”
El cristiano vigilante es el cristiano que trabaja, que procura
celosamente hacer todo lo que puede para el adelantamiento del
Evangelio. Como crece el amor por su Redentor, así también crece
su amor por su prójimo. Tiene severas pruebas, como su Señor; pero
no permite que las aflicciones agríen su temperamento y destruyan
[212]
su paz mental. Sabe que la prueba, si se la soporta bien, le refinará
y purificará, y le unirá más con Cristo. Los que son participantes
de los sufrimientos de Cristo, serán también participantes de su
consolación, y al fin compartirán también su gloria.
“Os rogamos, hermanos—continuó Pablo en su carta a los
tesalonicenses,—que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y
os presiden en el Señor, y os amonestan: y que los tengáis en mucha
estima por amor de su obra. Tened paz los unos con los otros.”
Los creyentes tesalonicenses se veían muy molestados por hom-
bres que se levantaban entre ellos con ideas y doctrinas fanáticas.
Algunos andaban “fuera de orden, no trabajando en nada, sino ocu-
pados en curiosear.” La iglesia había sido debidamente organizada,
y se habían nombrado dirigentes para que actuaran como minis-
tros y diáconos. Pero había algunos voluntariosos e impetuosos que
rehusaban someterse a aquellos que ocupaban puestos de autoridad
en la iglesia. Los tales aseveraban tener no solamente derecho a
juzgar por su cuenta, sino también a presentar insistentemente sus
conceptos a la iglesia. En vista de esto, Pablo llamó la atención de
los tesalonicenses al respeto y la deferencia debidos a aquellos que
habían sido escogidos para ocupar puestos de autoridad en la iglesia.
En su ansia de que los creyentes de Tesalónica anduvieran en
el temor de Dios, el apóstol les suplicó que manifestaran piedad
práctica en la vida diaria. “Resta pues, hermanos—escribió,—que
os roguemos y exhortemos en el Señor Jesús, que de la manera que
fuisteis enseñados de nosotros de cómo os conviene andar, y agradar