Página 191 - Los Hechos de los Ap

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Las cartas a los Tesalonicenses
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que no creyeron a la verdad, antes consintieron a la iniquidad.” Los
hombres no pueden rechazar con impunidad las amonestaciones
que Dios les envía en su misericordia. De aquellos que persisten
en apartarse de sus amonestaciones, Dios retira su Espíritu y los
abandona a los engaños que aman.
Así bosquejó Pablo la nefasta obra de aquel poder del mal que
subsistiría durante largos siglos de tinieblas y persecución antes de
la segunda venida de Cristo. Los creyentes tesalonicenses habían
esperado inmediata liberación; ahora se les alentó a emprender
valerosamente, en el temor de Dios, la obra que tenían por delante.
El apóstol les recomendó que no descuidaran sus deberes ni se
entregaran a la espera ociosa. Después de sus brillantes expectativas
de inmediata liberación, la rutina de la vida diaria y la oposición que
debían afrontar podían parecerles doblemente penosas. Por lo tanto
los exhortó a estar firmes en la fe:
“Estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por
palabra, o por carta nuestra. Y el mismo Señor nuestro Jesucristo, y
Dios y Padre nuestro, el cual nos amó, y nos dió consolación eterna,
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y buena esperanza por gracia, consuele vuestros corazones, y os
confirme en toda buena palabra y obra.” “Mas fiel es el Señor, que os
confirmará y guardará del mal. Y tenemos confianza de vosotros en
el Señor, que hacéis y haréis lo que os hemos mandado. Y el Señor
enderece vuestros corazones en el amor de Dios, y en la paciencia
de Cristo.”
La obra de los creyentes les había sido dada por Dios. Por su
fiel adhesión a la verdad habían de dar a otros la luz que habían
recibido. El apóstol les recomendó que no se cansaran de hacer el
bien, y les señaló su propio ejemplo de diligencia en los asuntos
temporales mientras trabajaba con incansable celo en la causa de
Cristo. Reprobó a aquellos que se habían entregado a la pereza y a la
excitación sin propósito, y les indicó que, “trabajando con reposo,”
comieran “su pan.” También ordenó a la iglesia que excluyera de su
comunión a cualquiera que persistiera en descuidar la instrucción
dada por los ministros de Dios. “Mas no lo tengáis como a enemigo—
añadió,—sino amonestadle como a hermano.”
También esta epístola la termina Pablo con una oración, en la
que pide que en medio de los afanes y pruebas de la vida, la paz de
Dios y la gracia del Señor Jesucristo los consolasen y sostuviesen.
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