Página 195 - Los Hechos de los Ap

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Apolos en Corinto
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La influencia refinadora de la gracia de Dios cambia el tem-
peramento natural del hombre. El cielo no sería deseable para las
personas de ánimo carnal; sus corazones naturales y profanos no
serían atraídos por aquel lugar puro y santo; y si se les permitiera en-
trar, no hallarían allí cosa alguna que les agradase. Las propensiones
que dominan el corazón natural deben ser subyugadas por la gracia
de Cristo, antes que el hombre caído sea apto para entrar en el cielo
y gozar del compañerismo de los ángeles puros y santos. Cuando el
hombre muere al pecado y despierta a una nueva vida en Cristo, el
amor divino llena su corazón; su entendimiento se santifica; bebe
en una fuente inagotable de gozo y conocimiento; y la luz de un día
eterno brilla en su senda, porque con él está continuamente la Luz
de la vida.
Pablo había tratado de impresionar en la mente de los hermanos
corintios el hecho de que él y los ministros que estaban asociados
con él no eran sino hombres comisionados por Dios para enseñar
la verdad; que todos estaban ocupados en la misma obra; y que
dependían igualmente de Dios para tener éxito en sus labores. La
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discusión que se había levantado en la iglesia en cuanto a los méritos
relativos de los diferentes ministros, no estaba de acuerdo con la
voluntad de Dios, sino que era el resultado de abrigar los atributos
del corazón natural. “Porque diciendo el uno: Yo cierto soy de Pablo:
y el otro: yo de Apolos; ¿no sois carnales? ¿Qué pues es Pablo? ¿y
qué es Apolos? Ministros por los cuales habéis creído; y eso según
que a cada uno ha concedido el Señor. Yo planté, Apolos negó; mas
Dios ha dado el crecimiento. Así que, ni el que planta es algo, ni el
que riega; sino Dios, que da el crecimiento.”
1 Corintios 3:4-7
.
Pablo fué quien predicó primero el Evangelio en Corinto y quien
había organizado la iglesia allí. Esta era la obra que el Señor le
había asignado. Más tarde, por la dirección de Dios, otros obreros
fueron enviados allí, para que ocuparan su debido lugar. La semilla
sembrada debía regarse, y esto debía hacerlo Apolos. Siguió a Pablo
en su obra, para dar instrucción adicional y ayudar al crecimiento
de la semilla sembrada. Conquistó los corazones del pueblo, pero
era Dios el que daba el crecimiento. No es el poder humano, sino el
divino, el que obra la transformación del carácter. Los que plantan y
los que riegan, no hacen crecer la semilla; trabajan bajo la dirección