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Los Hechos de los Apóstoles
Entonces el apóstol les expuso las grandes verdades que consti-
tuyen el fundamento de la esperanza del cristiano. Les habló de la
vida de Cristo en esta tierra, y de su cruel muerte de ignominia. Les
dijo cómo el Señor de la vida había roto las barreras de la tumba, y
se había levantado triunfante de la muerte, Repitió la comisión del
Salvador a sus discípulos: “Toda potestad me es dada en el cielo y en
la tierra. Por tanto id, y doctrinad a todos los Gentiles, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
Mateo
28:18, 19
. Les habló también de la promesa de Cristo de enviar
el Consolador, por cuyo poder se realizarían poderosas señales y
prodigios, y describió cuán gloriosamente esta promesa se había
cumplido el día de Pentecostés.
Con profundo interés, y agradecido y maravillado gozo, los her-
manos escucharon las palabras de Pablo. Por la fe aceptaron la
maravillosa verdad del sacrificio expiatorio de Cristo, y le recibieron
como su Redentor. Fueron bautizados entonces en el nombre de Je-
sús; “y habiéndoles impuesto Pablo las manos,” recibieron también
el bautismo del Espíritu Santo, por el cual fueron capacitados para
hablar los idiomas de otras naciones, y para profetizar. Así fueron
habilitados para trabajar como misioneros en Efeso y en su vecindad,
y también para salir a proclamar el Evangelio en Asia Menor.
Fué abrigando un espíritu humilde y susceptible a la enseñanza
cómo estos hombres adquirieron la experiencia que los habilitó
para salir como obreros al campo de la mies. Su ejemplo presenta
a los cristianos una lección de gran valor. Muchos hacen tan sólo
poco progreso en la vida divina porque tienen demasiada suficiencia
propia para ocupar la posición de alumnos. Se conforman con un
conocimiento superficial de la Palabra de Dios. No desean cambiar
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su fe o práctica, y por ende no hacen esfuerzos por adquirir mayor
conocimiento.
Si los seguidores de Cristo buscaran con fervor la sabiduría,
serían guiados a terrenos ricos de verdad, que ahora desconocen
enteramente. El que se entregue plenamente a Dios, será guiado
por la mano divina. Puede ser humilde y sin talentos al parecer; sin
embargo, si con corazón amante y confiado obedece toda indicación
de la voluntad de Dios, sus facultades se purificarán, ennoblecerán y
vigorizarán, y sus capacidades aumentarán. A medida que atesore las
lecciones de la sabiduría divina, se le confiará una comisión sagrada;