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Los Hechos de los Apóstoles
Según su costumbre, Pablo había comenzado su trabajo en Efeso
predicando en la sinagoga de los judíos. Continuó trabajando allí
por tres meses, “disputando y persuadiendo del reino de Dios.” Al
principio fué recibido favorablemente; pero como en otros países,
pronto fué combatido violentamente. “Algunos se endurecieron y
rehusaron creer, hablando mal del Camino delante de la multitud.”
(V.M.) Como persistían en rechazar el Evangelio, el apóstol dejó de
predicar en la sinagoga.
El Espíritu de Dios había obrado con Pablo y por medio de él
en sus labores por sus compatriotas. Se había presentado suficiente
evidencia para convencer a todo aquel que deseara sinceramente
conocer la verdad. Pero muchos se dejaron dominar por el prejuicio
y la incredulidad, y rehusaron ceder a la evidencia más concluyente.
Temiendo que la fe de los creyentes peligrase por el trato continuo
de estos opositores de la verdad, Pablo se separó de ellos y reunió a
los discípulos en una entidad distinta, continuando sus instrucciones
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públicas en la escuela de Tirano, un maestro de cierta distinción.
Pablo vió que se estaba abriendo delante de él una “puerta grande
y eficaz,” aunque eran muchos “los adversarios.”
1 Corintios 16:9
.
Efeso era no solamente la más magnífica, sino la más corrupta de
las ciudades de Asia. La superstición y los placeres sensuales domi-
naban en su abundante población. Bajo la sombra de sus templos se
amparaban criminales de todas las clases, y florecían las vicios más
degradantes.
Efeso era un centro popular del culto de Diana. La fama del
magnífico templo de “Diana de los Efesios” se extendía por toda Asia
y el mundo. Su sobresaliente esplendor era el orgullo, no solamente
de la ciudad, sino de la nación. El ídolo que estaba en el templo había
caído del cielo, según la tradición. En él estaban escritos caracteres
simbólicos, que se creía poseían gran poder. Los efesios habían
escrito libros para explicar el significado y uso de estos símbolos.
Entre los que habían estudiado detenidamente estos costosos
libros, había muchos magos, que ejercían una influencia poderosa
sobre los supersticiosos adoradores de la imagen que estaba en el
templo.
Al apóstol Pablo, en sus trabajos en Efeso, se le dieron señales
especiales del favor divino. El poder de Dios acompañaba sus es-
fuerzos, y muchos eran sanados de enfermedades físicas. “Hacía