Página 205 - Los Hechos de los Ap

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Efeso
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Dios singulares maravillas por manos de Pablo: de tal manera que
aun se llevaban sobre los enfermos los sudarios y los pañuelos de
su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus
salían de ellos.” Estas manifestaciones de poder sobrenatural eran
mayores que todas las que se habían visto alguna vez en Efeso, y
eran de tal carácter que no podían ser imitadas por la habilidad de
los prestidigitadores o los encantamientos de los hechiceros. Como
estos milagros eran hechos en el nombre de Jesús de Nazaret, el pue-
blo tenía oportunidad de ver que el Dios del cielo era más poderoso
que los magos que adoraban a la diosa Diana. Así exaltaba el Señor
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a su siervo, aun delante de los idólatras mismos, inmensurablemente
por encima del más poderoso y favorecido de los magos.
Pero Aquel a quien están sujetos todos los espíritus del mal;
quien había dado a su siervo autoridad sobre ellos, había de aver-
gonzar y derrotar aun más a aquellos que despreciaban y profanaban
su santo nombre. La hechicería había sido prohibida por la ley de
Moisés, bajo pena de muerte; sin embargo, de tiempo en tiempo ha-
bía sido practicada secretamente por judíos apóstatas. En el tiempo
de la visita de Pablo a Efeso, había en la ciudad “algunos de los Ju-
díos, exorcistas vagabundos,” quienes, al ver las maravillosas obras
hechas por él, “tentaron a invocar el nombre del Señor Jesús sobre
los que tenían espíritus malos.” Fué hecha una prueba por “siete
hijos de un tal Sceva, Judío, príncipe de los sacerdotes.” Al hallar
a un hombre poseído por un demonio, le dijeron: “Os conjuro por
Jesús, el que Pablo predica.” Pero “respondiendo el espíritu malo,
dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo: mas vosotros ¿quiénes
sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando en ellos,
y enseñoreándose de ellos, pudo más que ellos, de tal manera que
huyeron de aquella casa desnudos y heridos.”
De este modo se dió una prueba inequívoca de la santidad del
nombre de Cristo, y el peligro a que se expone el que lo invoque sin
fe en la divinidad de la misión del Salvador. “Y cayó temor sobre
todos ellos, y era ensalzado el nombre del Señor Jesús.”
Ahora se revelaron hechos antes escondidos. Al aceptar el cristia-
nismo, algunos de los creyentes no habían renunciado completamen-
te a sus supersticiones. Hasta cierto punto continuaban practicando
la magia. Ahora, convencidos de su error, “muchos de los que ha-
bían creído, venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.” Aun