Página 225 - Los Hechos de los Ap

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Llamamiento a alcanzar una norma más alta
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adoraron. Y fué después de un festín voluptuoso relacionado con
el culto de Baal-peor, cuando muchos de los hebreos cayeron en la
licencia. Se despertó la ira de Dios, y a su orden, “veinte y tres mil”
fueron muertos en un día por la plaga.
El apóstol advierte a los corintios: “Así que, el que piensa estar
firme, mire no caiga.” Si se vanagloriaban y confiaban en sí mismos,
descuidando la vigilancia y la oración, caerían en grave pecado,
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provocando la ira de Dios contra ellos. Sin embargo, Pablo no quería
que se entregasen al desaliento. Les aseguró: “Fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis llevar; antes dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar.”
Pablo instó a sus hermanos a preguntar qué influencia ejerce-
rían sus palabras y hechos sobre los demás, y a no hacer nada, por
inocente que fuera en sí mismo, que pareciera sancionar la idolatría
u ofender los escrúpulos de los que fueran débiles en la fe. “Si pues
coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios.
Sed sin ofensa a Judíos, y a Gentiles, y a la iglesia de Dios.”
Las palabras de amonestación del apóstol a la iglesia de Corinto
se aplican a todo tiempo, y convienen especialmente a nuestros días.
Por idolatría, él no se refería solamente a la adoración de los ídolos,
sino al servicio propio, al amor a la comodidad, a la complacencia
de los apetitos y pasiones. Una mera profesión de fe en Cristo,
un jactancioso conocimiento de la verdad, no hace cristiano a un
hombre. Una religión que trata solamente de agradar a los ojos, a
los oídos o al gusto, o que sanciona la complacencia propia, no es la
religión de Cristo.
Mediante una comparación de la iglesia con el cuerpo humano,
el apóstol ilustra apropiadamente la estrecha y armoniosa relación
que debiera existir entre todos los miembros de la iglesia de Cristo.
“Por un Espíritu—escribió—somos todos bautizados en un cuerpo,
ora Judíos o Griegos, ora siervos o libres; y todos hemos bebido de
un mismo Espíritu. Pues ni tampoco el cuerpo es un miembro, sino
muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo:
¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo,
no soy del cuerpo: ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo
fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría
el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de
ellos en el cuerpo, como quiso. Que si todos fueran un miembro,
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