Página 257 - Los Hechos de los Ap

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Un ministerio consagrado
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de la consagración, han de rescatar a los hombres y mujeres de la
destrucción inminente.
El ministro que es colaborador de Cristo tendrá un profundo
sentido de la santidad de su trabajo, y de la ardua labor y el sacrificio
requeridos para realizarlo con éxito. No estudia su propia comodidad
o conveniencia. Se olvida de sí mismo. En su búsqueda de las ovejas
perdidas, no siente que él mismo está cansado, con frío y hambre.
No tiene sino un objeto en vista: la salvación de los perdidos.
El que sirve bajo el estandarte manchado de sangre de Em-
manuel, tiene una tarea que requerirá esfuerzo heroico y paciente
perseverancia. Pero el soldado de la cruz permanece sin retroceder
en la primera línea de la batalla. Cuando el enemigo lo presiona con
sus ataques, se torna a la fortaleza por ayuda, y mientras presenta al
Señor las promesas de la Palabra, se fortalece para los deberes de
la hora. Comprende su necesidad de fuerza de lo alto. Las victorias
que obtiene no le inducen a la exaltación propia, sino a depender
más y más completamente del Poderoso. Confiando en ese Poder, es
capacitado para presentar el mensaje de salvación tan vigorosamente
que vibre en otras mentes.
El que enseña la Palabra debe vivir en concienzuda y frecuente
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comunión con Dios por la oración y el estudio de su Palabra; porque
ésta es la fuente de la fortaleza. La comunión con Dios impartirá a
los esfuerzos del ministro un poder mayor que la influencia de su
predicación. No debe privarse de ese poder. Con un fervor que no
pueda ser rechazado, debe suplicar a Dios que lo fortalezca para el
deber y la prueba, que toque sus labios con el fuego vivo. A menudo
los embajadores de Cristo se aferran demasiado débilmente a las
realidades eternas. Si los hombres quisieren caminar con Dios, él
los esconderá en la hendidura de la Roca. Escondidos así, podrán
ver a Dios, así como Moisés le vió. Por el poder y la luz que él
imparte podrán comprender y realizar más de lo que su finito juicio
considera posible.
La astucia de Satanás tiene más éxito contra los que están depri-
midos. Cuando el desaliento amenace abrumar al ministro, exponga
él sus necesidades a Dios. Cuando los cielos eran como bronce sobre
Pablo, era cuando él confiaba más plenamente en Dios. Conocía él
mejor que la mayoría de los hombres el significado de la aflicción;
pero escuchad su grito triunfal cuando, acosado por la tentación y