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Los Hechos de los Apóstoles
y dándoos éxito en hablar palabras que llamen la atención de otros
al cielo.
El sacrificio de Cristo en favor del hombre fué pleno y completo.
La condición de la expiación se había cumplido. La obra para la cual
él había venido a este mundo se había efectuado. El había ganado
el reino. Se lo había arrebatado a Satanás, y había llegado a ser
heredero de todas las cosas. Estaba en camino al trono de Dios, para
ser honrado por la hueste celestial. Revestido de autoridad ilimitada,
dió a sus discípulos su comisión: “Por tanto, id, y doctrinad a todos
los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado: y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin
del mundo.”
Mateo 28:19, 20
.
Precisamente antes de dejar a sus discípulos, Cristo explicó cla-
ramente una vez más la naturaleza de su reino. Les recordó las cosas
que les había dicho anteriormente respecto a ese reino. Declaró que
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no era su propósito establecer en este mundo un reino temporal.
No estaba destinado a reinar como monarca terrenal en el trono de
David. Cuando los discípulos le preguntaron: “Señor, ¿restituirás el
reino a Israel en este tiempo?” él respondió: “No toca a vosotros sa-
ber los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad.”
Hechos 1:6, 7
. No era necesario para ellos penetrar más en el futuro
de lo que las revelaciones que él había hecho los capacitaban para
hacerlo. Su trabajo era proclamar el mensaje evangélico.
La presencia visible de Cristo estaba por serles quitada a los
discípulos, pero iban a recibir una nueva dotación de poder. Iba
a serles dado el Espíritu Santo en su plenitud, el cual los sellaría
para su obra. “He aquí—dijo el Salvador,—yo enviaré la promesa
de mi Padre sobre vosotros: mas vosotros asentad en la ciudad de
Jerusalem, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto.”
Lucas
24:49
. “Porque Juan a la verdad bautizó con agua, mas vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después
de éstos.” “Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá
sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalem, y en toda Judea, y
Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
Hechos 1:5, 8
.
El Salvador sabía que ningún argumento, por lógico que fuera,
podría ablandar los duros corazones, o traspasar la costra de la
mundanalidad y el egoísmo. Sabía que los discípulos habrían de