Página 263 - Los Hechos de los Ap

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Un ministerio consagrado
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hacemos menos que esto? El dejar de trabajar como Cristo trabajó, de
sacrificarse como él se sacrificó, ¿no es una traición de los cometidos
sagrados, un insulto a Dios?
El corazón del verdadero ministro rebosa de un intenso anhelo de
salvar almas. Gasta tiempo y fuerza, no escatima el penoso esfuerzo,
porque otros deben oír las verdades que le proporcionaron a su
propia alma tal alegría y paz y gozo. El Espíritu de Cristo descansa
sobre él. Vela por las almas como quien debe dar cuenta. Con los ojos
fijos en la cruz del Calvario, contemplando al Salvador levantado,
confiando en su gracia, creyendo que estará con él hasta el fin como
su escudo, su fuerza, su eficiencia, trabaja por Dios. Con invitaciones
y súplicas, mezcladas con la seguridad del amor de Dios, trata de
ganar almas para Cristo, y en los cielos se lo cuenta entre los que
“son llamados y elegidos, y fieles.”
Apocalipsis 17:14
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